El Kutxa Kultur Festibala ya es donostiarra

En su quinta edición ya podemos afirmar sin ningún rubor a dudas que el Kutxa Kultur ya es un festival donostiarra. Era fácil conseguirlo, había buenas pistas: Se celebraba en el Monte Igeldo, desde donde se ve toda la postal. Se sube en Dbus cada pocos minutos. Y el nombre del banco estaba por doquier, hasta en los dichosos vasos de plástico. Pero ninguna de esas cuestiones le otorgaba por sí mismo la calificación de «Donostiarra». Vean por ejemplo el Festival de Publicidad ese que nos han colado y que ni Dios recuerda ni el nombre.

Mas una, solo una, y nada más que una variable lo hace donostiarra: la encarnizada crítica ante los despistes, trastabiles y desenfoques. El Kutxa Kultur ya es la Real, sus promotores Loren y nosotros el mejor entrenador de futbol. El Kutxa ya es el Sirimiri, y nosotros los afiladores de teclas ante los bidegorris y peatones. El Kutxa ya es música, y nosotros los «comentarisas» de la Semana Grande de Sagüés. El kutxa ya es Sálvame, y nosotros sus tertulianos. Porque el festival ha dado el salto, y ya no solo opinan los musiqueros recalcitrantes sino que ahora tienen voz y mando gentes menos habituales en estas lides. Bienvenidos todos.

Está claro que tiene cosas que mejorar, que este texto no es el hijo de una “payola”. La pulsera de marras aún se encuentra públicamente del lado del promotor, con ese baile de gastos y costes que afectan a la imagen del evento. Y a veces hay malos tragos, como cuando un concierto pequeño coincide con uno grande y los sonidos se pisan en demasía. O cuando debe pasar un bus entre un escenario y el público por razones hoteleras. El tránsito entre escenarios puede resultar algo obtuso en las horas punta. Seguro que los promotores toman escucha activa de esas cuestiones  (Sí, el tema del canje del vaso también me ha pillado por sorpresa. Aunque sois unos quejicas. Yo pienso usarlo este año hasta para pruebas médicas)

El Kutxa ya es un festival grande (¿demasiado para Igeldo?), lleno de gente joven en las barras y los tickets. Chicos y chicas que a veces parecían los asistentes de las compañías aéreas cuando se suspenden 15 vuelos de golpe, tragando todas las quejas de los espectadores con variable estoicismo y sin tener galones para responder, gestionar o mandar a tomar por culo.

Nuestro pequeño juguete montañero ya tiene hechuras de BBK en muchos sentidos. Y diferencias: Con una columna vertebral correctamente asentada en los grupos que el banco ha subvencionado este año (la selección fue maravillosa), los vascos han salvado en buena parte el papelón: Berri Txarrak el viernes y Belako el sábado pueden colgarse esas medallas tranquilamente. Una base ideal que tiene equilibrios si se mantiene el año que viene. No hay tanta madera en la serrería de la popularidad local. Aún y todo, chapeau por la apuesta. Y la respuesta.

Sobre el resto hay cosas que no atienden a razones populares (Bloc Party) y otras piruetas que el festival siempre se ha permitido tomar (Cat Power y su capítulo de “Control de aduanas”). Hay baños de masas (Corizonas), guiños viejunos (El Inquilino Comunista) y aplausos a rabiar (Young Fathers). Hay delicatessen (Aries y Borrokan). Hay elegancia mañanera (Petit Pop). Y a veces toca ese grupo que te encanta, y otras te encanta un descubrimiento (en mi caso, Músculo!). Y también hay cosas que vienen bien para ir a cenar o desperdigarse socialmente, que para eso es un festi de verano.

“No estoy de acuerdo con lo que dices”, dirá algún lector. Y eso, amigos, hace más donostiarra aún al Kutxa Kultur. Un “embolao” gigante que esperemos tome apunte de sus aciertos y derrapes para seguir creciendo de manera ordenada y feliz.