La nueva tierra prometida

Los pueblos grandes con atractivos sufren muchas veces el síndrome “Las Vegas”. A saber, intentar concentrar todas las cosas bellas/representativas/atractivas del mundo en un solo espacio, normalmente pequeño y asequible al paseo. Así, podemos ver la Torre Eiffel, los canales de Venecia o la Fontana de Trevi dispuestas en dos calles y otro par de avenidas largas. Todo ello como puro complemento a las luces de las tragaperras, claro. Para qué darle aire a la Torre Eiffel parisina si la puedes meter entre hoteles.

Algo similar podría decirse de la penúltima de la lista, la cercana Donostia. Agotados los colores, efectos, perspectivas y enfoques de su bahía, la ciudad necesitaba reinventarse. Y qué mejor que dirigir sus monedas a la nueva “burbuja inmobiliaria”, la del turismo. Cómo no ser burbujeante algo relacionado con las bebidas…

Como en aquel caso de hace apenas unos años, todos podemos ahora ser partícipes del éxito, todos podremos vivir en una VPO con un Audi y disfrutar, en nuestro caso, de una casa en los Alpes, dado que la de primera línea de playa se da por supuesto.

Ese es el nuevo paradigma, a veces trufado con guiños al personal (carteles de apoyo a los pequeños, los desfavorecidos, los de las afueras) y al empresarial (ponerle un tren a la puerta de la zona en la que tienes 6 establecimientos – San Martín y Getaria, la nueva Milla de Oro- ). Hacerte partícipe del éxito de otros y venderlo como un beneficio para todos. Sin posibilidad de renegar o simplemente opinar, a costa de ser tachado de obtuso, separatista, freno al futuro o bilbaíno.

Y si estas alejado del foco, tranquilo, todo irá llegando. Porque lo que ha funcionado en un sitio debe funcionar en todos. Es lo que tiene la homogeneización, que como los chaparrones todo lo cala.

El Barrio de Amara es el último ejemplo de aplastamiento turístico basado en clichés y mentes de poco recorrido. No se me ocurre definir de otra forma la liberal idea – a 100 euros de canon mensual durante 15 años, no olviden- de poner un bar (y su terraza, faltaría) en la zona de los preciosos e infrautilizados baños públicos del Parque situado entre el Araba y el Topo, el demoniado «Parque Menchu Gal». Menudo cuadro, chica.

La explicación, que como las declaraciones de los futbolistas tiene la profundidad de un charco, afirma que “Donostiako Sustapena-Fomento de San Sebastián ha estudiado la incidencia de la transformación del antiguo evacuatorio en un café-bar con terraza en relación a la actividad comercial del barrio de Amara y ha concluido que desde el punto de vista comercial, la combinación y mixtura de usos comerciales con usos hosteleros, el llenado de funcionalidad de espacios abiertos y edificios vacíos, puede ser una herramienta capaz de propiciar un entorno urbano comercial más atractivo, competitivo y generador de valor” particular y empresario, añado para el barrio de Amara y para la propia ciudad“. Dan ganas de preguntar por esos estudios usando las herramientas disponibles para ello.

Claro que la apisonadora no para. Y el ketchup turístico avanza sin freno. Vosotros, esquineros, también estáis invitados a la fiesta del turismo embriagador. En la cercana Avenida Sancho el Sabio se va a mejorar el tránsito de los peatones, creando zonas diáfanas para el paso de las personas, sin la interrupción de los elementos vegetales y decorativos, lo que mejorará ostensiblemente este espacio urbano, tanto para los peatones como para los comercios de la zona”. Resumiendo. Quitar las zonas verdes («interrupciones»)  y árboles para poner terrazas. El cemento es la nueva tierra (prometida). Ni que fuéramos gansters. Aquellos al menos te tiraban al mar. Estos no nos dejan ni morir tranquilos.

Porque la última astracanada ha sido homogeneizar los paseos inter-tumba del Cementerio de Polloe. [Ver corrección al final del texto] Borrar esos caminos inspiradores, esos arbustos resplandecientes, esos gorriones que no tienen donde posarse al faltar el agua natural en la zona, au revoir árboles calmos («Eran tres. Vino el día con sus hachas….»).

Como en Paris, como en Tokio, como en Viena, como en toda ciudad que se enorgullezca de sus afamados ( se cierra la etiqueta de ironía) . Adios romanticismo [PDF], vamos. Ahora contamos con la comodidad del parking de mercadona a la hora de visitar a los fenecidos. Quizás por eso se hagan menos canciones a lo Berrio y más a lo Auryn.

No os hagáis mala sangre con el tema. Con un poco de suerte, en dos veranos a esas calles del camposanto le brotarán mesas y sillas y un bar brasserie Kiosko.

Y el muerto al hoyo y el vivo al bollo (de mantequilla)

PD: Gorriones aparte, lo de Polloe merece rectificación. Se están hormigonando y asfaltando aquellas calles que quedaron pendientes tras el hormigonado realizado en 2004. responde a una necesidad de la gente mayor, titulares de los panteones, que tienen problemas de accesibilidad en unos viales con gravilla. Y los arboles siguen y seguirán donde estaban, rehaciendo los alcorques existentes. Dicho queda