«Margolaria», la belleza de lo genérico

En blanco y negro y en euskera – subtitulado en su pase donostiarra-. Alrededor de un músico que canta en vasco. Cuando Oier Aranzabal decidió hacer esta película tenía bastante claro que iba a transitar por los bordes de la carretera, donde los flashes pueden ser de radares más que de fotógrafos. “Margolaria”, su debut (en la gran pantalla) tenía muchos ingredientes para rasparse sobre la gravilla o esperar la llegada de la grúa con los warnings puestos. Pero acaba siendo una road movie deliciosa. Tan fina, cariñosa y dulce, tan sutil, que te acaba conquistando.

Dulce es también, así lo atestiguan sus 11 discos y sus miles de fans en Euskadi, Mikel Urdangarin, cantante sobre el que pivota este film. Pero “Margolaria” lo toma como raíl, consiguiendo que te abstraigas de este autor de gran arraigo para lanzarte de lleno sobre la creatividad. Así, en genérico, como las pastillas de los médicos. Lejos de las frases de autoayuda, cercana como un café en una gasolinera de carretera (el film también podía haberse llamado “kafezalea”, porque el pobre Mikel se toma decenas de ellos en pantalla), llena de amistad en viajes y cuadros, de amables encuentros japoneses, de charlas con amigos escritores, de submarinismo familiar. Con canciones que demuestran que parte de su creación provienen de tus allegados. Parece pintar una creatividad alejada de tópicos, con un guión que apoya la idea. Como ejemplo, uno gordo: ningún entrevistado es rotulado o identificado en pantalla, haciendo que el metraje no sea un biopic palmero al uso.

Hay canciones, pero como puede haber esculturas o cuadros. Hay ensayos, pero como puede haber cenas en casa de Woody Allen. Hay ensayos, rodados con las zapatillas de Ken Loach. Hay calma, como en la Slow Tv de Hamaika Telebista. Hay emoción, como la que tienes esperando que el pastel suba en el horno. Hay nervio y ganas de retratar los previos y los post – de los conciertos, de los ensayos- sin el efectismo de un making of. Quizás ese sea el gran secreto de Margolaria. Retratar la vida, la creatividad, con la calma del momento pa(u)sado.