«Black is Black»: ¡Vaya montaje!

Qué gozo y disfrute ayer con el visionado de “Black is black”, la película sobre Los Bravos que ayer proyectó el Dock Of The Bay, Un placer de varios niveles, algunos de los cuales explicaremos ahora…

Es una perfecta tarjeta de visita para quienes no tengan todo sus single “no-repro”. A veces los films están hechos por fans, y escarban sobre suelos que la mayoría ni ha oteado. Este de Los Bravos es como un “Juegos Reunidos”, apto para gente de 9 a 99.

Es un film raudo, montado con arte, lleno de píldoras breves, con opiniones variadas que en ocasiones tienden a la puya sutil entre antiguos socios. Así, a las opiniones del “Jefe de Estado” Diego Manrique, Julio Ruíz o los creadores de «El Gran Musical» se suman la de otros implicados en el jaleo: El letrista, músicos coetáneos, familiares de ejecutantes y los propios intérpretes. A destacar el pasota/relajado devenir vital del bajista, a quien se debería premiar en este Festival como “personaje de la edición 2018”, ya sea en solitario o ex-aqueo. Una pena que Augusto Algueró no pueda piar ya el pobre, porque sale en la firma musical de todos los grandes temas bravos. Esa lujosa generación de compositores bien que merecería otro film…

Ese triste momento dedicado a Los Bravos que murieron es lo único que nos impide calificar a esta película como “comedia biopic musical” por las virtudes de ese montaje antes dispuestas y las opiniones recogidas. El suicido del teclista (y la macabra solución ideada por el manager) y el fallecimiento del guitarrista, necesarios de contar, templan un metraje lanzado a la sonrisa jovial.

El film permite acercar al gran público el funcionamiento habitual de los grupos de éxito. No es nada raro – ni siquiera hoy en día- que músicos de estudio graben tus deberes de estudio bajo el lema “Time is money”. O aquel funcionamiento de la época de grabar las canciones con distintos grupos a ver cuál es el que pita y montarles películas para lucimiento personal. Porque Los Bravos, ante todo, y como casi todos, fueron más intérpretes que creadores. Y qué decir del férreo trabajo de marcaje del productor Alain Milhaud, quien ya avanzaba en aquellos años los famosos “contratos 360”.

Tiene su punto recordar que el sello Columbia fuera donostiarra. La casa que editó a Los Bravos, sí, y a Julio Iglesias o Luis Mariano, tenía su sede y fábrica en nuestra ciudad. Echar un vistazo a Discogs hiela el alma.