Betigazte-maniak

El DV recoge hoy la información de que la propuesta foral Gaztemaniak cambia de gestores. Tras media vida al frente del programa, Jose Joaquin Forcada «Forki» abandona su faro programador para pasar el testigo a la promotora privada Lady Red .

La nota hoy publicada tiene varias cuestiones destacables, así que vayamos por partes.

El “aumento de la edad media de los espectadores” (no tanto el “progresivo descenso de espectadores”) era algo palpable desde hace años, con las excepciones de los conciertos de rap/reggae y otros vapores negroides y urbanos. Y ahí es dónde sufría la etiqueta, porque otros espacios también sufren los rigores de esa abuelización asistencial.

No es cosa del programa, es cosa del uso cultural. ““«porque de lo que trata Gaztemaniak! es de fomentar el consumo de música entre los más jóvenes y nuestro público ronda de media los cuarenta años»[…]. Si hace diez años fueron algo más de 4.000 los espectadores, con una asistencia media de 267 personas por concierto, en 2012 fueron 2.152, y una media de 179 espectadores. En 2016, 1.333 personas asistieron“. Cualquier informe del Gobierno Vasco sobre el tema remarca el incremento asistencial en festivales y el ocaso paulatino de los espacios que ofertan actos musicales de un día.

“Gaztemaniak! intentará que al público de «entre catorce y veintitantos años se le despierte tanto interés por las propuestas que vuelvan a consumir y cojan el hábito de pagar, porque al final no es todo tirar de Spotify, Youtube o conciertos gratis”. Lo apuntaba Alber Vazquez en Twitter, y lo afirma cualquiera que no haya sido devorado por las drogas o sea un otaku: Esa gente no paga por asistir. Ir gratis es un derecho constitucional moderno, como el derecho a vivienda. Una gente que, cuando curra los fines de semana, se lleva 300 euros al mes

Y cuando paga – hablo en términos macroeconómicos populares- por asistir a actos de nuestra cultura viejuna – hablo de conciertos) lo hace para asistir a un espectáculo ya netamente comercial, que ha llegado a sus ojos por esas otras redes “gratuitas”. Que también puede ser un set youtuber, ojo, que en Reino Unido se montan en el O2 y a 40 libras el ticket. Porque padres y madres sufren los gustos de los hijos, que quieren ver a Dulceida pinchando por 20 euros, o a Miley Cyrus haciendo “txiribueltas” por apenas 90 machacantes.

¿Va a promocionar La Diputación Pública este tipo de proyectos mayoritarios? Gaztemaniak apoyaba lo distinto, lo especial, lo pequeño. Era ese “dinero perdido” en Cultura, un saco enriquecedor al que no habría que pedirle rendimientos económicos. G! Permitía “escuchar a grupos pertenecientes a corrientes artísticas ajenas a la oferta comercial. Propuestas minoritarias, atrevidas, diferentes y con cierto carácter experimental”. Buscando “ofrecer una programación cultural alternativa para la juventud.” Ahora quieren girarlo hacia el foco principal, hacerle un “Cámbiame” y tomar un horario prime time. Y esa es, en mi opinión, la mayor perdida del cambio de enfoque.

Tienen faena complicada los nuevos. Con un presupuesto de 70.000 euros anuales, 140.000 si los Ayuntamientos que hasta ahora han decidido no poner deciden aportar, no da para mucha vaina. “Es el mercado, amigo”. El trabajo que hizo Forki y sus buenas artes promotoras en los 90 ahora es muy complicado. Aunque seguía siendo la única manera de ver bandas pop-rock a precios irrisorios y con el ojo bastante actual (Kelley Stoltz, por ejemplo), “El rock es el nuevo jazz: algo para viejunos”.

Aunque para traca, esta: “sobre los grupos de referencia, «vamos a procurar que sea gente muy en la onda de chavales de catorce años, con discografía y un nivel potente». Es como pedir becarios con 7 años de experiencia. Además, los chavales de 14 años ven a Taburete o Morat. Los ven gratis en fiestas, o pagando el chojín padre. No existen esos grupos que cobren lo que piensa la Dipu y lleguen al gran público juvenil. Y desgraciadamente “la ciudad de los pintxos” o “la provincia donde se grabó Ocho Apellidos Vascos o Handiya” no vale como moneda de pago.

Ojo. El objetivo de The New Gaztemaniak «recuperar a ese público de entre los catorce y los veintitantos años» es loable a rabiar. Pero si empresas privadas como Nordika, Ginmusica o Dabadaba (y sus 300 conciertos al año) se las ven y se las desean para dar con la tecla, se me antoja realmente difícil que el sector público pueda correr más que quien se juega sus cuartos.

A veces la nueva idea también brinca alegre y achispada: “Incorporaremos alguna actividad alguna masterclass relacionada con el mundo de la producción musical o audiovisual”. Ahí Katapulta o Kutxa Kultur podrá ofrecer datos fidedignos sobre estas formaciones. Mi impresión personal es que los “viejóvenes” abundan en esos cursos y que los jóvenes son autosuficientes, siendo los mayores los que, con concursos de DJS, jugamos a darles una visibilidad promocional que no necesitan. Somos gente mayor que se dirige a los jóvenes pero sin los jóvenes.

Lo de “Y también intentaremos que participen youtubers» es el fuego artificial final masticando helado, el arbolito que plantamos en los proyectos de obras para que quede sano y verde y luego se convierte en pavimento puro y duro.

Sueño y deseo que Lady Red consiga todo esto y más, pero sería ir en contra de una realidad cultural asentada a nivel mundial. Les piden unicornios y arco iris sin que llueva. Desgraciadamente, el nuevo Gaztemaniak! tiene más pinta de “muerte dulce” de un proyecto que estaba a pocos meses de cumplir los 30 años. Ojalá me equivoque y nuestros nietos asistan en masa a…mira, otro unicornio!