24 HOURS IN SAN SEBASTIAN LIVING AS A LOCAL GUIDE, FULL OF TIPS AND SECRET SPOTS

Vale, admito que el titular busca que la gente entre y lea mi texto antes que cualquier otra recomendación de inert-net.

Pero bueno, ya que estamos, vamos con esa guía para devorar la Donostia / San Sebastián en 24 horas y que te sobre tiempo para el palillo en la boca.

00:00 horas Por la calle no hay ni gatos. Se oye un grito a lo lejos y un perro le ladra a una paloma. La excelsa vida nocturna callejera es muy similar a la del camposanto de mi pueblo. Vamos a dormir que aquí tenemos menos que hacer que el Madrid con Mbappe.

08:00 Alarma, madrugón para aprovechar el día. Ducha rápida y a la calle. Busca un sitio para desayunar. Busca otro porque ese está cerrado. Busca otro porque este otro también está cerrado. Acabas en la Estación de tren y como no controlas el idioma local en vez de recibir un bollo te dan una bolsa de estupefacientes mientras un borrachín te perfuma de Don Simón y te grita algo sobre la llegada de Jesús. Espero que venga desayunado porque este cruasán no se lo come ni Dios.

09:45 Le preguntamos a unos chicos por una calle. Son de Sevilla. Preguntamos a otros. Son de Liverpool. A ver aquellos…De Burdeos. Barcelona. Santander. Michigan. Turín. Normal que a la capital guipuzcoana le llamen el Donus (dONUstia San Sebastián).

10:00 Venga, vamos de pintxos! Espera, que aún están cerrados. La cocina en miniatura despierta más tarde. Piensas en dar un paseo, pero llueve como cuando Noé se hizo el petate de madera. Te extraña que la gente no mida tres metros, con tanta humedad a sus pies.

Te quedas bajo un arco, apretado a una esquina porque el restauran instalado bajo las bóvedas se ha comido mitad y tres cuartos del paso. Es tal el roce con la gente que mi jersey barato ahora es de angora. “Luego venimos a comer”, piensas mientras miras de reojo la carta. “Luego no venimos”, concluyes.

12:00 ¡Venga, vamos de pintxos! Espera, que aún están cerrados. La cocina en miniatura despierta más tarde porque sus ingredientes son pequeños y deben descansar más.

Hacemos caso de la guía que tenemos entre manos que nos muestra los barrios de San Sebastián (Antiguo, Centro, Ayete, Amenabar,…). Vayamos a conocer Egia, el Soho de la ciudad. ¿Pero qué hostias de cuesta es esta? Estos no han visto el Soho ni en un videojuego. Hay un bar moderno. Que digo que se llama “moderno”, y está situado al final de Duque De Mandas. Aún tiene serrín en el suelo. Tienen un edificio super tocho llamado Tabakalera que cuenta con los mejores enchufes libres de la ciudad. Apunta, Lonely Planet.

14:00. ¡Venga, vamos de pintxos! Acabamos en bares que parecen wateres. O discotecas. ¿Eran así en el pasado o es que quieren ser Magaluf? Hay un bar todo blanco. Debe ser el peso del cine en la Donostia, bonito homenaje al nido del cuco.

Aprendemos a decir “once euros” “hamaika euro” en castellano y euskera, que es lo que vale cada ronda para dos personas. El euskera es fácil, pero cuesta lo mismo. No sé si merece.

Paseamos por la calle más antigua de la ciudad. La Donostia asediada anterior al incendio. Ahora sigue asediada pero de fogones y trolleys. Hay una placa en un edificio que recuerda que sigue en pie desde 1813. Veo un cartel bastante más grande que dice que el edificio se va a remodelar entero y que tendrá una tasca. Estamos salvados.

16:00. ¡Hostias, si ya han cerrado esos bares que son bandera de la ciudad! Venga, “dos whopper para llevar con doble de patatas fritas y helado”. La cocina en miniatura ocupa en miniatura. Qué rico todo, frase que se aplica por igual a los alimentos cocinados y al nivel adquisitivo medio de los clientes.

Llegamos al café en el garito que es «el último grito en la ciudad«. ¿Será porque todos chillan al ver la cuenta? Conocemos a una pareja super maja. Son de Altza y este año veranean en Gros. «Después de dos años de pandemia y no poder viajar este año nos hemos querido dar el lujo«, dicen mientras piden otro zumo y me enseñan el ticket del parking, fichado ayer, y las llaves del hostal.

17:30. Paseamos por el borde. La Concha, Miramar, Peine del Viento. El espacio es excelente y permite ejercitar la cintura porque está a reventar de peña y debes esquivarlos. Hay gente señalando una manchita gris en un cacho de barandilla. Me dicen los lugareños que es para luego escribir y quejarse en el Pravda local, alias Sirimiri.

Un tipo con chaleco roído y pintas de aparcacoches chungo (error nuestro, luego vimos una camiseta muy parecida a la suya por 800 euros en una tienda de La Avenida ¡Qué estilazo ha tenido siempre San Sebastián! ) nos dice que por solo 15 euros nos enseña Hondalea sin tener que ir a la isla. Aceptamos. Nos lleva a una esquina del Paseo Nuevo y señala con el dedo unas rocas.

18:00 Vemos una procesión. Qué raro, no es Semana Santa. Nos dicen que son varios buses de Castilla que han venido a pasar el día, que daban botella de aceite y que con el precio al que está como si les sacan todas las muelas por dos litros. Deben ser del equipo de rubgy, imposible atravesar esa defensa abierta que ocupa toda la acera. Nos echamos a un carril rojo que es para bicicletas y por el que no para de pasar gente corriendo.

18:35. Vamos de tiendas. Es archiconocida la historia de la Donostia y los espacios comerciales más lujosos y elegantes. ¡Que viene la gente desde Francia! Claro, allí Reebok se llama Le Coq. Y no es lo mismo. “Zara, Springfield, Intimissimi”. La cosa es que me suenan los nombres de haberlas visto en otras ciudades, pero allá estaban en polígonos industriales.

Veo un starbucks. Me da pena que no se llame StarBask. El local de la lado se llama El Quijote, que como es sabido pasaba temporadas en Martutene. Qué bien traído el nombre.

20:00 La gente ha desaparecido de las calles. ¿Hay futbol? Ah, que son los franceses que ya se han ido a dormir.

Preguntamos a un lugareño por su sitio preferido para el tapeo rápido que tanta fama ha dado a Donostia. Me dice algo como «miputacasa«, pero miramos en google y no lo conseguimos encontrar. Será que está en vasco.

Conseguimos que nos chive el sitio más especial de la ciudad. Esta al lado de un mercado y parece una pastelería pero no lo es. Debe ser una tapadera de venta de droga. ¿Bombas de nata a 8 euros? ¿Porciones de tarta de queso a 10? Me dirás…

21:00 Entramos en un bar. “Laterïé”, pone. Al fin algo sofisticado. Pedimos el 3 de la lista. El muchacho abre una bolsa de patatas y le echa 3 anchoas encima. 9 euros. “En Madrid lo ponen mucho como tapa”, dice. «Sí, pero allí es gratis con la caña«, le respondo. Comienza a convulsionar. Salimos rápido del lugar mientras escuchamos cada vez más cerca la sirena de una UVI móvil.

En varios establecimientos hay carteles de la “basque pintxo week 4.0 I+D txotx Keler astea”. No entendemos nada pero por si acaso mejor no preguntar que igual nos cobran. Parece un día ideal para empezar lo de las cenas frugales. Para el bolsillo digo.

22:00: ¡Farra nocturna! ¡Vamos de tragos en esta Donostia que nunca duerme!

22:45 : No vemos visto ningún bar abierto. Por la calle no hay ni gatos. Se oye un grito a lo lejos y un perro le ladra a una paloma. La excelsa vida nocturna callejera es muy similar a la del camposanto de mi pueblo. Vamos a dormir ya que aquí tenemos menos que hacer que el Madrid con Mbappe.