!Tarde. Siempre vas tarde para subirte a la ola!».
España, sobre todo a un nivel de mercadotécnica brutal y abrasiva, siempre va 3 paradas por detrás del resto. Y a veces ni se monta en el tren.
Ay, la pérfida albión. La colorida bandera de barras y estrellas. Ellos sí que saben correr. Más que nadie. Miren a Amy Winehouse. Tras asentarse (en el lado musical de la vida, huelga decirlo), pronto tuvo un retoño para las peluquerías, empresarios cocainómanos y resto de lobotomizados: Duffy. ¿Y la versión española?
El proceso tiene que ver más con una industria asentada, sea cual sea el continente: En los estadios Unidos se plantaron los Strokes e Inglaterra puso a todos sus locales de ensayo a calzarse unos pitillos y acelerar los rasgados. Eso en mi pueblo se llama velocidad de reacción. O, al contrario de lo que afirmábamos en el arranque, coger la ola.
¿Y España? Entre la canción romántica (para diabéticos que babean) y el rock fiero como una lija de gomaespuma de El Canto Del Loco. Y no descaten la vuelta de Mocedades o Cecilia. De ahí no se mueve nada. Ni se va a mover, si los cánones estancos de las multinacionales no aceleran su proceso.
Para pelear contra el elefante en el mundo anglosajón han tenido que correr un poco más. Sólo un poco. Apple les ha reventado el negocio: Venta por canción. Lo primero que sale es el single. Pues eso se vende. Si sale el siguiente single…¿Qué se vende a un dolar? Pues eso. ¿Acaso la publicación de sólo singles ha echado por tierra alguna gira multinacional?
¿Qué hizo la piel de toro? Denigrar el hecho musical a la mínima expresión: el politono. El castigo de nuestros viajes en transporte público tuvo que nacer contra la lista habitual de singles, copada por sellos independientes. Ahora, en dichas listas, entran los politonos, la traslación musicales del hecho de calzarse unos calzoncillos 5 tallas más pequeños.
Curioso. Mismo concepto, distinto formato. Para que sigan ganando los mismos.