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Raphael: Una estrella en el cielo donostiarra

Un auditorio a rebosar disfrutó con las canciones eternas de Raphael. Digan lo que digan, un artista irrepetible que mantiene una forma envidiable.

La noche del sábado al domingo dos cuerpos luminosos surcaron el firmamento. Uno de ellas atravesó España y Portugal en forma de azulado meteoro. Y la otra paró en el Kursaal donostiarra para cascarse dos horas largas de concierto. Raphael, genio y figura, volvió a encandilar a sus seguidores con números de otra época: trece músicos en escena, el minutaje comentado, treinta canciones. Y sí, claro, 81 años a sus espaldas.

Es el hombre de la sonrisa eterna, el que reúne en las primeras filas a gente de diversa procedencia (¿‘Raphaelianos/as’?) que se saludan al llegar. Tras ellas, la gente inquieta, excitada. Asistentes que se pusieron de pie nada más verle salir por el lateral y que repetirían la jugada en varias ocasiones. 1800 personas que le aplaudieron 5 minutos al cierre. Mostrando así su felicidad ante el ídolo.

Toda definición se queda corta ante la carrera del jienense. Leyenda, mito, icono. Y lo que es más relevante, viva. No solo por su antigüedad en la tierra. También por su ímpetu actual. El mismo que, sin rasgarnos las vestiduras, nos llevó al Elvis Presley en su residencia de Las Vegas con 34 castañas. Durante más de un pasaje nos acordamos del Rey, y vimos que Miguel Rafael Martos Sánchez juega en esa liga. La de Frank Sinatra. Julio Iglesias. Y dos más.

Con la pequeña sección de viento elevando el vigor. Con los tres coristas que, lejos de tapar los huecos, sonaban de acompañamiento. Y un empaque sonoro trabajado y adecuado, ubicado tras del tono principal sin que pareciera una verbena. Así llegaron, con la fogosidad adaptada, ‘Mi gran noche’, ‘En carne viva’ y ‘Estar enamorado’. Con hechuras de orquesta de los años 70 (‘Ámame’). Como si la banda de acompañamiento fueran los Blues Brothers (‘Estuve enamorado’), un combo funk (‘La canción del trabajo’) o la Miami Sound Machine (‘Escándalo’). Sin hacerle ascos a experimentos discotequeros (‘Digan lo que digan’).

Pero el ruiseñor de Linares es el emperador de la canción melódica. El vocero de las joyas de Manuel Alejandro (‘Como yo te amo’). El cantor que entona letras de otro tiempo (‘A que no te vas’) y sabe modular la lista de canciones para tomar aire, haciendo que lo acústico predomine según avanza la cita. Tranquilas y con un tono vocal que iluminaba la sala llegaron ‘Que tal te va sin mí’ y ‘Se nos rompió el amor’. Mientras piezas como ‘Nostalgias’, ‘Llorona’ o ‘Gracias a la vida’ acercaron sus amores por al argentina tanguera, el México más romántico o los sones latinos. ¿Y saben qué melodía se llevo las mayores aclamaciones? ‘Qué sabe nadie’. Nada que añadir, señoría.

No fue un show parlanchín. Hasta la mitad del festejo apenas se dirigió al público. Casi mejor, fue su voz hablada la que más denotaba la edad del DNI. Porque cantando tiene más madera que Albaola. Entre trucos, conocimiento, preparación y sabiduría tapó la boca de quienes fueron a pillarle en ese renuncio. Todo fue construido y ofrecido ‘A mi manera’, corte que le regaló al respetable cuando la lista había tachado todos los títulos y la gente no paraba de pedirle otra. “El final se acerca ya / Lo esperaré serenamente/ Ya ves, yo he sido así / Te lo diré sinceramente/ Viví la inmensidad / Sin conocer jamás fronteras / Jugué sin descansar/ Y a mi manera”.

El día que nos deje, dentro de muchas lunas, soñamos con un funeral de Estado como los que hacen en el país vecino a estrellas como Johnny Hallyday. Porque los meteoritos surcan una vez el cielo. Pero Raphael, todo un planeta brillante, solo habrá uno.

José Luis Perales: Un gran adiós

Intérpretes: José Luis Perales (voz), Pau Álvarez (piano), Borja Montenegro (guitarra), Pablo Serrano (batería), Josemi Sacaste (saxo), Jacob Reguilon (bajo), David Escudero (guitarra). Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Día: 24/10/2021. Asistencia: lleno, unas 1800 personas.

La gira de despedida de los escenarios de José Luis Perales llegaba a Donostia. La ciudad le recibió con un Kursaal lleno hasta la bandera. 1800 almas que cantaron, aplaudieron y gozaron con el artista castejonero que ahora se aleja de los tablados.

El de Cuenca fue el protagonista de la velada. Los músicos se colocaron lejos de él en distancia y sonoridad, acompañando sin taparle en ningún momento. Unas pantallas en las que predominaron las imágenes de espacios naturales tipo Powerpoint completaron la escenografía complementaria.

El creador de la banda sonora de varias generaciones demostró ir sobrado de éxitos románticos. Melodías que viajaron por los tonos más suaves del espectro y que a veces se vistieron de rock, pop y blues con la elegancia habitual. ‘Quisiera decir tu nombre’, la latina ‘Cosas de Doña Asunción’, ‘Amada Mía’, la bella ‘Canción de otoño’…

El magnífico compositor también atacó los temas que escribió para otras estrellas. Una lista para quitar el hipo: ‘Por qué te vas’ (Jeanette), ‘Qué no daría yo’ (Rocío Jurado), ‘Frente al espejo’ (Raphael), ‘Le llamaban loca’ (Mocedades). La retreta fue ganando fuerza en la zona final. A ver quién es el guapo que no canturrea pelotazos como ‘Que canten los niños’ o ‘Un velero llamado Libertad’. El público en pie le aclamó con una mezcla de agradecimiento y pena por no volver a verle en directo.

Sin palabras

Intérpretes: Raphael y la Orquesta Sinfónica de Bilbao. Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Día: 26 de febrero. Asistencia: Lleno unas 1800 personas.

Lo sucedido el pasado jueves en el Auditorio Kursaal escapa a la lógica. Y a los números me remito. Apunten. 35 canciones. 155 minutos de concierto. Sin descansos – lleva 55 años sobre los escenarios-. Con la Orquesta Sinfónica de Bilbao como acompañante y con la gente levantándose a aplaudir al final de casi todas las canciones. ¡En nuestro Kursaal!

Uno se asusta cuando ve los constantes retos que se “autoinflinge” Raphael. Pero el temor se convierte en pavor cuando ve que el de Linares sigue saliendo de todos ellos de manera grandiosa. De ello puede dar fe el heterogéneo público donostiarra presente, encantado con un espectáculo que acabó formando parte de los anales de nuestra ciudad. Pues no había una señora a mi lado que, llevando dos horas largas de show, tuvo la osadía de decir en alto “¿Cómo que se acaba ahora? ¡Que toque tres más!”. Ríanse de las believers. ¡Sus antecesoras son peores!

El incansable comenzó su antológica cita con el “Ahora, que el tiempo ha pasado” de su tema “Ahora”. Frase que no debe dirigirse a sí mismo. Lo que ofrece esta gira sinfónica es un meritorio retorno a aquellos maravillosos años líricos en los este jienense que se comía con patatas la orquesta de fondo, viva y locuaz, haciendo temblar el mismísimo Teatro Bolshoi ruso.

Especialmente emocionante cuando los socios le ponen un colchón clásico y popero de cuerdas emocionantes – listar los títulos de todos los aciertos haría que este artículo se acabara aquí- , el autor de las mil aristas se emociona, explota, se deshace, se desabrocha, se eleva, se cimbrea y aflamenca, nos desata, exagera y busca los extremos del amor y su despecho. Unas letras sublimes, de otra época, alejadas años luz de la insustancial lírica pop actual. Qué tenga que venir un setentón a contaros de qué va esto, indies y famosos televisivos… Manda narices.

Nunca un concierto se nos hizo más corto. Con eso queda todo dicho. ¿Qué sera lo siguiente, querido? ¿Tocar en un auditorio con gravedad cero?¿Cantar las canciones del revés? ¿Hacerlas a capela? ¿Montar un grupo con Kanye West? Poco importa. Lo más recomendable es ir comprando ya la entrada.