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Etiqueta: Amaral

Y la gente dirá “Yo vi a Izaro en el Velódromo”

La autora vasca se confirmó anoche en San Sebastián con un concierto repleto de gente, felicidad e invitados ilustres.

No vamos a descubrir la rueda si afirmamos que Izaro Andrés Zelaieta (Mallabia, 1993) se doctoró anoche en Donostia. La que fuera el mejor expediente en la carrera de Comunicación de su año ratificó que, artísticamente, es una autora de las ligas mayores. Porque llenar el Velódromo, cifrado ayer en seis mil personas, está hoy en día en manos de muy pocos autores. Lo han podido hacer cantantes más promocionados que las colonias en Navidad. Y también algún que otro grupo punk que abandona el formol para pasar la gorra. Pero como ella, con apenas tres discos en la calle y una carrera sin prisa pero sin pausa, pocas o ninguna.

En la cita donostiarra de dos horas de duración y veinte canciones abundaron la chavalada (aplicando la etiqueta con benevolencia hasta pasados los 30 años) en formato cuadrilla y los planes familiares. Dos horas antes ya había gente haciendo cola para entrar, en una hilera que llegó más allá de la parada del Topo de Anoeta. “Íbamos a verle en Vitoria pero el concierto al final se suspendió”, contaban Nerea Manso y sus amigas, llegadas directamente desde la capital alavesa en lo que fue también su primera visita al recinto. De Irún era Amaia Illera, quien tampoco había podido ver a la autora afincada en Donostia y eligió ‘Paradise’ como su tema favorito. Coro Villar y Jaione Soro andaban gestionando los pasos de cinco niños. “Me gusta poner ‘La Felicidad’ a la mañana, para irnos cargando las pilas”, contó Coro mientras su hijo Unax Gamón se decantaba por ‘París’.

Una vez dentro la música ambiental de Jorja Smith o Victoria Bigelow se mezclaba con las charlas y murmullos de la gente. Con media hora sobre el retraso previsto la autora y su banda habitual comenzaron con ‘Er(h)ori” y ese aire a The Cramberries tan elegante. Hubo momentos más melosos (‘Hainbeste’), jaleados a rabiar (‘Errefuxiatuena’), electrolatinos (‘Un poquito más’), colchones oscuros muy actuales (‘You’) y aires celtas algo épicos (‘Ihintza’). Algunos temas fueron acústicos, usando la pasarela presente para acercar la intimidad de la melodía (‘Eskaleok’).

¿Y el sonido? Bien, gracias. El oval ciclista no es el mejor espacio para gozar de los detalles pero la voz de Izaro, perfecta toda la velada, sonó clara y alta sobre una música que en todo momento pudo reconocerse. Como reconocibles fueron los distintos invitados a esta fiesta de confirmación. Pedro Pastor cantó sobre unas ‘Ventanas cerradas’ de explosivo estribillo bailarín. Y Amaral, recibidos por un público entonando el estribillo de ‘Marta, Sebas, Guille y los demás’, aportaron su granito de euskera a la suave ‘Argia’. La suma de Cris Lizarraga (Belako) a la apropiada ‘Libre’ fue uno de los momentos álgidos en el ranquin de palmas.

Esta crónica de urgencia llegó al papel mientras el grupo ejecutaba “Astelehenak” y esperábamos las anunciadas apariciones restantes (Xoel López, Gartxot y Eñaut Elorrieta) en un recital que fue horadando el cerebro de los presentes. “Yo vi a Izaro en el Velódromo”, se dirá dentro de unos años desempolvando el bolsillo de anécdotas de un día grande.

Publicado en El Diario Vasco

Amaral encendió a los espectadores con su extenso concierto

Dos horas y media. Una buena minutada que si se lee en la ficha de una película hace dudar a la hora de darle al play. Pero fue un paseo para los 1500 aguerridos fans de Amaral que disfrutaron de cada segundo de los 150 minutos que la formación ofreció ayer en el Kursaal.

Había ganas, sobre todo tras ver cómo el Covid fue moviendo la cita en el calendario. “¡Al fin!”, nos decía una expresiva Sandra Gómez en la entrada al recinto. La vecina de Irún afirmó que “llevaba tiempo esperando este concierto. Y disfrutarlo sin restricciones se ve ahora como un regalo”. A su lado las amigas comenzaron a cantar uno de los temas del grupo. Poco les importó que la mayoría de edad les quedara ya algo lejos.

La banda de Eva Amaral y el donostiarra Juan Aguirre arrancó con el eterno “All Tomorrow´s Parties” de la Velvet Undeground sonando en los altavoces. Lo que vino después fue una sucesión de éxitos: “Sin ti no soy nada”, “Moriría por vos”, “Días de verano”, “Salir corriendo”… Podemos afirmar que una de cada dos piezas de la larga lista formó parte de esa categoría.

Sin abandonar ese pop-rock tan característico que busca un estribillo impactante, contagioso y épico, la actuación también tuvo temas reivindicativos (“Revolución”) y ramalazos flamencos (“Soledad”). Con defensas del pop británico (“Marta, Sebas,…”) y el folk patrio (“Halconera”). “Entre la multitud” incluyó una estrofa de una composición de New Order. No fue el único guiño. Paco Ibañez y Limahl también fueron recordados empotrados entre composiciones propias.

Juan Aguirre abandonó el habitual segundo plano para dar las gracias a la ciudad que le vio nacer, afirmando que es una inspiración para sus composiciones y confirmando que los grupos musicales de la zona como Mikel Erentxun o La Dama Se Esconde siempre han sido una influencia en sus partituras. La ciudad, encantada con la velada, se lo agradeció cantando y aplaudiendo sin apenas pausa.

Publicado en El Diario Vasco

Amaral: La noche de los coristas

Y a la segunda fue la vencida. Amaral pudo por fin actuar en Zarauz tras tener que suspender a última hora su visita programada para la semana pasada por un virus estomacal que afectó a su cantante. Al segundo “round” de la cita pareció repetir todo el mundo, aunque la villa costera tuviera más actos musicales previstos para la noche del viernes. Unas 3000 personas – con unas vejigas dignas de los cabezudos, dado que apenas encontramos 3 baños portátiles en un recinto por lo demás muy bien dispuesto – se acercaron a la explanada zarauztarra para disfrutar de las canciones del dúo maño y su bien engrasada banda.

Pero vayamos por partes, que el artista invitado también tuvo su miga. El getxotarra MobyDick, ganador de un certamen celebrado en Facebook para ocupar este espacio actuante, fue el encargado de calentar el ambiente durante los primeros sesenta minutos de la noche. El, su guitarra acústica y su habitual vozarrón, esa potencia digna de Eddie Vedder (Pearl Jam) o Mark Lanegan, sonaron excelentes. Como siempre, vamos. Empezó suave y pausado para, con el paso de los chupitos de pacharán que se iba tomando, ir elevando sus composiciones hasta maravillar a los presentes. Demostrando que en los escenarios grandes su oferta es igual de magnífica que cuando le vemos en la cercanía de los garitos taberneros.