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Mes: septiembre 2012

Erika Barahona: La fuerza de la naturalidad adulta

Doble cita donostiarra con las expresivas fotos de esta galardonada artista bilbaína 

Planos medios, semblante serio. Imágenes a gran tamaño, con un grueso marco opaco que remarca el blanco y negro sobre el que están reveladas. Y añadiendo valor a la obra en sí, los retratados, gente famosa relacionada con el mundo de las artes: Patti Smith, Giorgio Armani, Richard Serra, Sidney Pollack, Salman Rushdie, Wim Wenders, Miquel Barceló, Jean Nouvel….

Erika Barahona (Bilbao, 1961) demuestra tener buena agenda, ya sea por motivos laborales o por simple amistad. Profesora honoraria de la Universidad del País Vasco, fotógrafa permanente y coordinadora del Departamento de Fotografía del Museo Guggenheim de Bilbao, su exposición “Retratos” tiene una doble parada en la capital guipuzcoana. Hasta el 5 de octubre se puede disfrutar de ella en la Kulturetxe de Lugaritz. Del 11 de dicho mes hasta el 9 de noviembre, en el Centro Cultural de Intxaurrondo.

Erika respira fotografía. Y no es una frase hecha. Casada con el ganador del Pulitzer David Hornback (con el que compartió una exposición bien diferenciada, como la autora se encargará de remarcar en esta entrevista), su vida profesional arrancó en Berlín. Desde entonces ha conseguido premios como el International World Heritage Photo Competition (1998) y el European Award for women photographers en dos ocasiones (2000 y 2002). Pronto viajará a la Letonia de sus antepasados, en una curiosa recopilación que unirá el pasado y el presente.

Desde pequeña ya tenías claro tu amor por la fotografía. ¿Cual es su mayor virtud?
Es una manera de ver y de recrear la realidad. El arte es una interpretación de la realidad, del propio artista, de la ficción. No me gusta más que la pintura, la escultura, el videoarte o la música per se. Depende de la interpretación y de lo que me conmueve.

El tema saldrá en todas las comidas, con un fotógrafo como pareja… Montásteis una muestra juntos, la dedicada a Berlín.
Es la única vez que hemos trabajado en un proyecto bajo el mismo nombre, pero la colección estaba dividida en dos espacios bien diferenciados. Nuestra manera de ver y fotografiar es muy diferente.

Este “Retratos” es una selección de fotos.
La exposición original la hice para el Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad (MuVIM) y consta de 50 imágenes. En Donostia hay una selección de la misma, pero se han introducido nuevas instantáneas que no se vieron en Valencia porque las hice con posterioridad.

Apenas hay dos mujeres enmarcadas… ¿El gesto masculino adulto es el más adecuado a nivel de expresividad?
Referente al semblante, algunas personas tienen unas facciones más graves que otras. Los artistas, en especial los plásticos, tienen caras severas. He tenido la posibilidad de fotografiarles debido a mi trabajo, no solo en Bilbao sino también en Madrid o Berlín.

¿Qué querías mostrar con el semblante serio?
No es mi intención mostrar otra cosa que no sea al retratado. Sonreír, que es lo que habitualmente se le pide al protagonista, cuesta esfuerzo. No he visto muchos retratos clásicos, pongamos por ejemplo la pintura holandesa, donde las personas estén sonriendo. ¿Y usted?

Tampoco. Todos aparecen con la misma pose, sin centrarse en la cara pero remarcando la misma.
Trabajo con una cámara de formato cuadrado. El plano medio y el fondo neutro me parecen los elementos más eficaces para mostrar a una persona tal y como es.

¿Cómo surge la posibilidad de exponer en Donostia?
Un excelente gestor y amante de la fotografía, Jesús Mari Sarasua, había visto los retratos y me invitó a exponer en los dos centros.

Hablando de nuestra ciudad, ¿Qué foto sacarías de la misma?
Retrataría a un grupo de jóvenes. Tanto en Berlín como en Donostia o en Bilbao es el aspecto de la gente lo que más evidencia el paso del tiempo.

Afirmas sentirte más cómoda con los paisajes que con los retratos.
Efectivamente, me gusta mucho el paisaje y siento que me puedo expresar mejor, más fácilmente y con más libertad.

Un tema que retorna con fuerza en tu siguiente proyecto
Así es. Me ha invitado el Museo de Jurmala, en Letonia, a hacer una exposición conjunta con las fotos de mi antepasado (también fotógrafo) que ellos conservan en sus archivos.

El Hijo: Una paz más rockera

Abel Hernandez aprovecha el pase de la película “La casa Emak Bakia” para presentar sus nuevos temas.

Solo, con su guitarra. Así vendrá la figura principal de la banda El Hijo a Donostia. Con el bolsillo lleno de nuevas canciones. Editadas bajo el nombre de “Los Movimientos”, las antaño acústicas melodías de Hernandez suenan ahora con mil acompañamientos. El ex-Migala cuenta que ‘Necesitaba salir del esquema de cantautor folkie. Prolongar el sonido de banda de rock actualizado que habíamos buscado‘.

La búsqueda ha encontrado un rico paraiso sonoro en el que la melodía vocal, hasta ahora faro principal, ocupa ahora un nivel más arropado. ‘El compromiso que adquirimos fue que la voz quedara en el plano más bajo posible en que la letra fuera comprensible por alguien que no la conociera. Es una forma de dar a las letras categoría de instrumento y de aportar otro aire‘.

Los cantares siguen igual de certeros. ‘Vuelve a haber motivos de la naturaleza que funcionan como metáforas de estados de ánimo. También la ciudad y sus protagonistas desubicados, el noctambulismo, el caos. Está el amor y la necesidad de fuga, de escapar de muchas cosas, incluso del amor‘.

Abel Hernandez es también el autor de la banda sonora de la película de Oskar Alegría “La casa Emak Bakia” que se pasa en este Zinemaldia. Un nombre, el de la vivienda de Man Ray, que no es nuevo para el madrileño. ‘Sí, junto con Coque Yturriaga formé parte del grupo Emak Bakia. Por eso conocía a Oskar, nos había entrevistado alguna vez en su faceta de periodista‘.

La participación de Hernandez fue en aumento. ‘En un principio íbamos a aparecer hablando en la película, eramos personajes de la misma. Pero Oskar nos enseñó el montaje y a mí me entusiasmó. La película es una pesquisa casi policiaca, una búsqueda de lo poético en lo real, en las cosas y el tiempo. Para mí era importante rescatar eso, resaltar su inmediatez. Con cosas de Mursego, Ruper Ordorika, temas de Emak Bakia remezclados, la música de un norteamericano que apareció por azar en el rodaje y alguna cosa de folclore vasco‘.

Hasta la puesta de sol fue preciosa

La noche del viernes tuvo actuaciones muy relevantes, como la que ofrecieron los suecos The Raveonettes.

Lo leerán una y mil veces. Y todas ellas estará bien escrito. El Festival que se ha montado en el Parque de Atracciones de Igeldo (Donostia) este fin de semana es una gozada. Organización perfecta, ausencia de colas, música en abundancia. Y todo mejora si acompaña el buen tiempo, como ha sucedido estos días. La gente joven -el único dinosaurio presente en la zona bien pudo ser este periodista- aprovechó el enfoque diurno del evento y no abandonó el lugar hasta su finalización. Aunque lo mejor no estuvo en el cierre, sino un rato antes, con la banda sueca The Raveonettes.

La formación compuesta por Sune Rose Wagner y Sharin Foo se echó un compinche a la batería y ofreció una primera parte del concierto absolutamente espectacular. Intachable. Maravillosa. Con ecos a las canciones los años 50. Unos sonidos pasados por el tamiz ruidista que catapultaron a la fama a grupos como The Jesus And Mary Chain. Cuando la melodía y la suciedad se alían en canciones tan redondas, el resultado es una gozada. Su segunda mitad fue menos impactante y contundente, aunque tuvo momentos casi catárticos.

The Whip fueron una de las más gratas sorpresas de la noche. Con una sonoridad cercana a nuestros We Are Standard, nuestra cabeza viajaba con facilidad hacia los gloriosos años 90: Happy Mondays, Stone Roses,… Poco importaba que todo, absolutamente todo, pareciera pregrabado. Los pies no paraban de danzar con su mezcla de pop y baile.

Maxïmo Park fueron los encargados de clausurar el escenario principal. Y, apena decirlo, no lo hicieron con honores. Su rock perdió fiereza sobre el tablado. En ocasiones por desajustes de sonido (el teclista las pasó canutas). Otras porque el paso de los discos les ha hecho perder arrogancia e ímpetu. Traducido: las canciones son más flojillas que antaño. Y eso no hay pinta de “gentleman” que lo salve, señor cantante elegante.

Amaral: La noche de los coristas

Y a la segunda fue la vencida. Amaral pudo por fin actuar en Zarauz tras tener que suspender a última hora su visita programada para la semana pasada por un virus estomacal que afectó a su cantante. Al segundo “round” de la cita pareció repetir todo el mundo, aunque la villa costera tuviera más actos musicales previstos para la noche del viernes. Unas 3000 personas – con unas vejigas dignas de los cabezudos, dado que apenas encontramos 3 baños portátiles en un recinto por lo demás muy bien dispuesto – se acercaron a la explanada zarauztarra para disfrutar de las canciones del dúo maño y su bien engrasada banda.

Pero vayamos por partes, que el artista invitado también tuvo su miga. El getxotarra MobyDick, ganador de un certamen celebrado en Facebook para ocupar este espacio actuante, fue el encargado de calentar el ambiente durante los primeros sesenta minutos de la noche. El, su guitarra acústica y su habitual vozarrón, esa potencia digna de Eddie Vedder (Pearl Jam) o Mark Lanegan, sonaron excelentes. Como siempre, vamos. Empezó suave y pausado para, con el paso de los chupitos de pacharán que se iba tomando, ir elevando sus composiciones hasta maravillar a los presentes. Demostrando que en los escenarios grandes su oferta es igual de magnífica que cuando le vemos en la cercanía de los garitos taberneros.