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Norah Jones: el brillo natural de las grandes estrellas

Norah Jones, uno de los platos fuertes del Jazzaldia 2023, ofreció un concierto lleno de temas emocionantes vestidos con una voz cálida y excelente

Y el Starlite donostiarra fue una maravilla. Olviden a los petimetres que definían el concierto de Norah Jones como “El más caro de la historia del Jazzaldia”. Este mundo está loco, los costes son muy elevados y eso empuja a subir el valor del boleto. En el festival marbellí mencionado, por ejemplo, ver a la autora que ayer pisó el Kursaal valdrá 30 euros más que en Guipuzcoa.

Hay que admitir que tuvo su gracia que la última de las canciones de la lista oficial de ayer – luego la banda nos regalaría un blues fuera de carta- fuera una versión de Tom Waits (‘The Long Way Home’). Autor que en su día fue “La actuación más cara de la historia en San Sebastián”. ¿Dónde queda aquel hito? ¿Tiene tinta aún aquel billete? No hace falta que se lo “Dylan”, pero en esta tierra estamos acostumbrados a romper esas marcas con pasmosa cotidianidad.

La compra de pisos, el alquiler de locales o la cesta frutera no hacen más que batir plusmarcas en lo referente al PVP en nuestra región. Así que la entrada de Norah Jones pronto será algo del pasado, un segundo puesto en el ranking, un rectángulo a reciclar. Además en mi casa siempre se ha dicho que algo es caro si no se usa (ayer el Kursaal estaba lleno) o si es malo. Y, demonios, por supuesto que la cita de Jones no lo fue.

Empezando por la música ambiental que precedió a las actuaciones. Un compendio que fue desde Curtis Mayfield a Danny Hathaway pasando por Bill Withers, Otis Redding y The Impressions. Tonos a poco volumen que acompañaron el nerviosismo y la alegría de la gente. A mi lado una pareja se sacaba selfies y se besaba tan radiante como el emocionante ‘Sunrise’ que la pianista norteamericana tocaría en la velada. Otros habían parado a curiosear en el puesto de venta de recuerdos. Una mesa con precios que no desentonaban en las tiendas especializadas (20 euros un CD, 35 por un vinilo).

A todos nos esperaba un escenario lleno de detalles. El suelo repleto de alfombras. Una banda puesta en paralelo en la que destacó el estratosférico trabajo del batería y de la que se cayó a última hora el teclista Peter Remm, muy presente en las últimas composiciones de Jones. El juego de luces rayó la perfección convirtiéndose en un estupendo compañero de la oferta musical.

Propuesta en la que hay que pararse, cuadrarse y mostrar los honores a la sección vocal. La autora neoyorquina hace natural lo complicado, transitando entre los tonos con una suavidad pasmosa. Acentos amortiguados pero muy vivos. Sin tener que chillarle al personal, algo tan mundano como habitual estos días. Y estuvo bien arropada cuando al resto del combo le tocó usar el micrófono (el »Don´t Know Why’ de Jesse Harris).

Norah Jones es una creadora que ha sabido coger lo más emocionante, impactante, triste o subyugante del blues (‘Begin again’) y el soul para ofrecer bombones de magno sabor pop. Envoltorios con sabor a clásico como lo tienen las piezas de Wilco (‘Just a Little Bit’, ‘Chasing Pirates’) o George Gershwin (‘Nearness’).

Claro que ella se siente como en el salón de casa cuando interpreta baladones (‘Can U Believe’, ‘Rosie’) o adentrarse en los mundos de alma cálida (‘Travelin on’, ‘To Live’). Risueña y simpática hasta pensar que uno de los móviles con luz presentes en la sala -queridos, que ya son años para aprender buenos modales…- era un dron, la autora supo modular la atención del personal con una colección elaborada de forma inteligente que llegó a ofrecer momentos desérticos (‘All A Dream’) y otros campestres (‘Don´t Know What It Means’) para completar una reunión de intachable calidad.

Publicado enCríticas de conciertos

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