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Kenny Barron Trío y la Joven Orquesta de Euskadi: dos mundos encantados de conocerse

Kenny Barron Trío y la Joven Orquesta de Euskadi ofrecieron un elegante concierto en el estreno del Jazzaldia en el Kursaal

Las fiestas pueden comenzar de tantas maneras como zapatos hay en una zapatería. Los más bailongos botaron en la playa con Village People. Otros estrenaron el Jazzaldia 2023 en San Telmo. Y los acérrimos lo comenzaron en la caja de bombones del certamen, el Auditorio Kursaal, lleno en sus zonas más cercanas y más aliviado en la parte superior.

En el cubo donostiarra se unieron la juventud y la experiencia, el pasado y el futuro encontrados en el presente. La inestimable calidad del pianista Kenny Barron y el ímpetu de la Joven Orquesta de Euskadi. Dos mundos que se mostraron encantados de conocerse en una fiesta tersa y suave que viajó de lo individual a lo colectivo sin sobresaltos.

El trío titular (a Kenneth “Kenny” Barron le acompañaron Kioshi Kitagawa con el contrabajo y Johnathan Blake a la batería) se guardó la muesca inicial y la final para expandirse. Ejecutaron piezas propias llenas de calidez latino-brasileña. Dejando espacios para que cada instrumento hablara de forma protagonista con una elegancia tranquila.

El resto de la lista contó con la participación de la agrupación vasca. Más de veinte intérpretes menores de 25 años que aparcaron el supuesto narcisisimo de sus siglas en euskera (EGO) para unirse al momento estelar. Juntos buscaron ser “The Complete Two As One”, el título de la última obra publicada de Barron, durante los 90 minutos que duró el concierto.

Había dudas sobre cómo sería su aportación en la suma de elementos ¿Serían las cuerdas una guinda de pastel o un ingrediente básico?¿Cómo se fusionaría el jazz experimentado con la jóven mezcla? Barron, que durante 25 años también fue profesor de música en los Estados Unidos, supo leer el momento: unos y otros construirían un nuevo mundo volatil y temporal tomando las partituras como un bello paseo de señales indicativas. Una fusión que empezó algo nerviosa y fue asentándose hasta que, a partir del cuarto corte, no podíamos imaginar escuchar las canciones de otra manera.

El pianista norteamericano les permitió funcionar como un instrumento jazz y levantó el dedo de las teclas cuando las cuerdas expandían el mensaje. Unidos se acercaban a momentos dignos de Juan García Esquivel (‘Magic Ocean’), los musicales de Broadway y las bandas sonoras de las películas en Cinemascope.

Locales y foráneos sumaron dramatismo a los temas (‘Concentric Circles’) cediendo el protagonismo en las melodías más jazzys (‘Illusion’) en un conjunto repleto de bellos cierres. El autor de Filadelfia dijo de ellos -y ellas- que eran fabulosos en una de las pocas oportunidades en las que empleó el micro. Una frase que comenzó siendo un halago y acabó siendo una confirmación.

Publicado enCríticas de conciertos

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