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Ruper Ordorika: El caballero elegante

Intérpretes: Ruper Ordorika (guitarra, voz), David Soler (guitarra), Arkaitz Miner (guitarra, violín), Fernando Neira (bajo), Hasier Oleaga (batería). Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Día: 5 de mayo. Asistencia: lleno, unas 900 personas.

Nada más acabar el concierto de Ruper Ordorika una frase atribuida a Coco Chanel me rondaba la cabeza: “No es la ropa, es la clase”. Y viendo a Ruper uno duda. Porque solo él puede unir con tanta elegancia la lírica vasca con los patrones del folk-rock de EEUU. De forma tan natural que parece que siempre ha estado ahí, en su garganta, en su mente. Como la clase.

Uno atiende a los primeros 70 minutos del “rupertorio” – la noche se estiró hasta los 105- y goza sin remedio. No hay otra opción. Apoyado en una banda excelsa en la que destacaron, por fichar a un par, el bajista Fernando Neira y la rama guitarrera de Arkaitz Miner, las canciones fueron un maravilloso paseo por California y Nueva York.

Saludando a Lou Reed, Josh Rouse y Jeff Tweedy. Disfrutando de la zona calmada de la vida, dejando que las guitarras destacaran cuando más espacio tenían. Con una voz que todo lo comandaba. Permitiéndose gastar balas antes de tiempo: “Martin Larralde”, por ejemplo, fue la segunda de la lista.

Toca destacar en la larga lista de aplausos la sinuosa “Hemen nago”, la rockera “Esan gabeko arrazoia” y la vaporosa “Zerutik gertu ezin da egon”. Composición esta última basada en un poema de Dionisio Cañas.

No fue la única lírica ajena. De Joseba Sarrionandia tomó los renglones para la jaleada “Ene begiek”. El autor también hizo suyas las palabras de Joxan Artze en la experimental “Gure bazterrak”, con la que el de Oñati quiso recordar a Mikel Laboa.

Hubo tiempo para disfrutar de melodías eternas (“Zaindu maite duzun hori”), del soft-pop (“Hamar negu”), de obras con los dos pies en nuestra tierra (“Zazpi nobio”) y de sonidos soleados (“Beltzarana”) y brumosos (“zure etxera noa”) ante una escenografía tan sencilla como brillante. Las limitaciones del minutaje descabalgaron el regalo final, una versión acústica de “Ez da posible”. Una pena. Ese “No es posible” nos hubiera venido de perlas para cerrar este texto con cara de gozo, alucinados ante el mayúsculo concierto.

Publicado enCríticas de conciertos

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