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Mes: mayo 2019

Kokein: Rock curtido

Interpretes: Kokein. Lugar: Kutxa Kultur Kluba (Donostia). Día: 10 de mayo. Asistencia: unas 150 personas.

La experimentada – se formaron en 1999- y potente banda eibarresa Kokein sacó chispas el pasado viernes a la sala Kutxa Kultur Kluba donostiarra. Un espacio que se antojó perfecto para la contundencia, el volumen (“sin pasarse”, que dirían en el programa “El precio justo”) y los aciertos del “hard rock” defendido por el quinteto guipuzcoano.

El combo contó, siempre ha contado, con una espectacular Zaloa Urain al frente. “Frontwoman” de gran presencia escénica y una voz abigarrada y fiera que no falló un tono por más que entre temas se le intuyera esforzada. Su camiseta de la formación “Monster Magnet”, toda una declaración de principios, destacó entre los tonos negros de los ropajes de los actuantes.

Kokein demostró que la experiencia es un grado. Con los acordes asentados en el rock duro supieron tirar a veces hacia el heavy (“Hil artean”) y tocar con los dedos el pop (“Zain egon gabe”). Defendiendo los tiempos lentos (“Loturak”), los momentos oscuros (“Izan liteke”) y las atractivas variaciones de estilo (“Zutaz oroitzen”, “Berrehun gezur”). Tocaron un tema de Afgan Whigs (“Somethin’ Hot“) y se despidieron con una propina vigorosa finiquitada con la melodía “Gaur”.

Ruper Ordorika: El caballero elegante

Intérpretes: Ruper Ordorika (guitarra, voz), David Soler (guitarra), Arkaitz Miner (guitarra, violín), Fernando Neira (bajo), Hasier Oleaga (batería). Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Día: 5 de mayo. Asistencia: lleno, unas 900 personas.

Nada más acabar el concierto de Ruper Ordorika una frase atribuida a Coco Chanel me rondaba la cabeza: “No es la ropa, es la clase”. Y viendo a Ruper uno duda. Porque solo él puede unir con tanta elegancia la lírica vasca con los patrones del folk-rock de EEUU. De forma tan natural que parece que siempre ha estado ahí, en su garganta, en su mente. Como la clase.

Uno atiende a los primeros 70 minutos del “rupertorio” – la noche se estiró hasta los 105- y goza sin remedio. No hay otra opción. Apoyado en una banda excelsa en la que destacaron, por fichar a un par, el bajista Fernando Neira y la rama guitarrera de Arkaitz Miner, las canciones fueron un maravilloso paseo por California y Nueva York.

Saludando a Lou Reed, Josh Rouse y Jeff Tweedy. Disfrutando de la zona calmada de la vida, dejando que las guitarras destacaran cuando más espacio tenían. Con una voz que todo lo comandaba. Permitiéndose gastar balas antes de tiempo: “Martin Larralde”, por ejemplo, fue la segunda de la lista.

Toca destacar en la larga lista de aplausos la sinuosa “Hemen nago”, la rockera “Esan gabeko arrazoia” y la vaporosa “Zerutik gertu ezin da egon”. Composición esta última basada en un poema de Dionisio Cañas.

No fue la única lírica ajena. De Joseba Sarrionandia tomó los renglones para la jaleada “Ene begiek”. El autor también hizo suyas las palabras de Joxan Artze en la experimental “Gure bazterrak”, con la que el de Oñati quiso recordar a Mikel Laboa.

Hubo tiempo para disfrutar de melodías eternas (“Zaindu maite duzun hori”), del soft-pop (“Hamar negu”), de obras con los dos pies en nuestra tierra (“Zazpi nobio”) y de sonidos soleados (“Beltzarana”) y brumosos (“zure etxera noa”) ante una escenografía tan sencilla como brillante. Las limitaciones del minutaje descabalgaron el regalo final, una versión acústica de “Ez da posible”. Una pena. Ese “No es posible” nos hubiera venido de perlas para cerrar este texto con cara de gozo, alucinados ante el mayúsculo concierto.