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Mes: abril 2016

Delorean: regreso al futuro

Intérpretes: Las Marines DJ, Delorean. Lugar: Factoría marítima Albaola (Pasaia), Día: 10 de abril del 2016. Asistencia: lleno, unas 300 personas

La cita de ayer del Music Box Festibala, certamen auspiciado por nuestro 2016 que busca ofrecer actuaciones en espacios no habituales de San Sebastián, se esperaba con expectación. La entradas se habían agotado unos días antes en, un cartel que aunaba interés musiquero -la actuación de los zarauztarras Delorean reconstruyendo temas de Mikel Laboa- y un emplazamiento atractivo, la Factoría marítima Albaola de Pasaia.

Seguro que ya lo saben, pero Albaola es la empresa encargada de llevar a cabo uno de los proyectos estrella de nuestra capitalidad, la reconstrucción de la Nao San Juan – ballenero que zarpaba del País Vasco hacia Terranova en el siglo XVI-. Uno de los buques insignia de nuestro gran año cultural que al final no tocará el agua hasta el 2019. En fin, pelillos a la mar.

El grupo Delorean tomó el mismo camino de la histórica nave, el de unir dos culturas, en la convocatoria del domingo a la tarde. Haciendo honor a su nombre (tomado del coche del film “Regreso al futuro”), los guipuzcoanos afincados en Barcelona viajaron al pasado para desmontar la proa y la popa de los temas de nuestro honorable creador artístico para construir una fragata de ondas más personal y futurista.

The Bellrays: rock anti murmullo

Interpretes: Luma, The Bellrays. Lugar: Casa de Cultura de Intxaurrondo (Donostia). Día: 7 de abril del 2016. Asistencia: unas 400 personas.

A veces suceden estas cosas. Tienes enfrente a un grupo fantástico y enérgico que está dando un espectáculo estupendo y….te quedas tibio. Como si hubiera un muro invisible entre ejecutantes y oyentes. Con The Bellrays me sucedió algo así. Y mira que la cantante lo intentaba constantemente con su “this is a rock show”. Nada, ni por esas. No puedo culpar la falta de de potencia, amigos. Gracias a ella nos evitamos el brutal murmullo de los espectadores situados (esta vez) en la zona izquierda de la sala.

La cantora de cardado imposible – había más pelo en esa cabeza que en las cinco primeras filas de espectadores juntas- desplegó una voz que en los momentos calmados sonaba maravillosamente negra, un grito góspel entre arpegios eléctricos. Y cuando eran los chicos los que tiraban del carro me hacía imaginar a Aretha Franklin rodeada de melenudos enfadados. O a James Brown con MC5 en su chepa. Rock y soul empastado e impactante. Lo intentaron con el “Whole Lotta Love” de Led Zeppelin, una canción tan icónica que hace que cualquier versión, por muy vital que sea, tienda a desfallecer respecto al original. Pese a todo lo más justo sería puntuar a The Bellrays con un notable. Igual el día malo era el mío.

Los donostiarras Luma, encargados de abrir la noche, se subieron al vagón de las buenas calificaciones. Un dúo de batería y guitarrista cuya sencillez permite no etiquetarles. Aunque sus pinceladas de rock distorsionado emulsionen las virtudes de Nirvana, Joy Division, The Doors o The Strokes para felicidad de la escena local.

Silvio Rodriguez: Fantástico regreso

Bajo el plomizo nubarrón habitual de nuestra tierra, el domingo se prestaba a no dejar mayor huella en nuestros calendarios más allá del sofá y la mantita y el ojeo a los resultados deportivos. Hasta que llegó Silvio Rodríguez y nos acercó a ese “Domingo Rojo” suyo, tema que enunciaba aquello de “Domingo, es como si no me quedaran penas, como si fuera siempre primavera”. Una cita que llevaba días con el cartel de “no hay billetes” y que venía auspiciado por el “Stop War Festibala”, la propuesta músico-reivindicativa que brotó bajo el paraguas de nuestra capitalidad cultural. La gira arrancaba en nuestra tierra y recorrerá buena parte de la península española. Que se preparen los asistentes futuros de este “tour”. Les espera un fantástico concierto.

Y bien podrían haber asistido más de las 5500 personas presentes en el Velódromo donostiarra si no fuera por las comprensibles medidas de seguridad, las mismas que limitaron el número de sillas presentes en la zona de la pista. Un acierto su colocación y disposición, que los cuerpos ya no están para tantas horas sin apoyar las nalgas…

Con cierto retraso sobre el horario previsto (veinte minutos que se hicieron comprensibles tras ver los abarrotados accesos), con la luz del sol colándose por las cristaleras del recinto deportivo y tras una introducción instrumental se posó sobre el escenario el autor cubano bajo una lluvia de aplausos. La excusa de la visita se llama “Amoríos”, el disco que publicaba a finales del año pasado tras casi un lustro de mutismo discográfico. Trabajo en el que retoma algunas canciones de décadas pasadas que nunca fueron grabadas por este creador de la “Nueva Trova Cubana” nacido en San Antonio de los Baños y que despegó como autor en la capital de su país.

El trovador cubano arrancó su velada con algunas composiciones de ese último lanzamiento: “Una canción de amor esta noche” y esa mezcolanza titulada “Tu soledad me abriga la garganta” que pone un pie en Paul Simon y el folk norteamericano de su colega Pete Seeger. Los primeros aplausos de mención llegaron con “Tonada de albedrío” y sus aires setenteros. Y las primeras agitaciones sonoras con “Día de agua”, una rumba urbana cubana bien regada de vitalidades latinas.

Bajo una escenografía austera montada alrededor de la voz principal y con un juego de luces tan sobrio como acogedor y efectivo se desarrollaron los veinte minutos de su “exposición de mujer con sombrero”, cuatro piezas melódicas agrupadas bajo una misma idea en la que destacó, sin nos atenemos a la respuesta del público, la ya conocida “Oleo de mujer con sombrero”. Aunque el jugueteo pop del final de estas tonadas, “mujer sin sombrero”, bien merece un espacio en nuestras repaso. Una creación que mezcló de manera fantástica el pop, el jazz y las buenas maneras narrativas del isleño, un maestro a la hora de sugerir e interpretar.

La cita llegó a un interludio en el que brillaron los miembros de Trovarroco, y en especial el intérprete de “Tres”, esa guitarra tan particular. Menudos bríos le pegó a la espera, como bien se pudo ver en las pantallas laterales que ampliaban lo que sucedía en el tablado. “La maza” hizo retornar los aplausos masivos al Velódromo, que escuchaba atento la explicación del vuelo “semi privado” que Rodríguez compartió con Gabriel García Márquez que inspiró el tema “San Petesburgo”.

El concierto fue cogiendo carrerilla entre el respetable tras la interpretación de la preciosa “Quién fuera”, la bien recibida “La era está pariendo un corazón” y ese final de concierto – así estaba previsto en la lista de canciones, antes de atacar los bises- que puso a todo el mundo de pie tras dos horas de fantástico evento. Show cerrado en ese punto con la íntima “Qué poco es conocerte”.

Pero aún parecía quedar mucha velada si atendemos a la prevista lista de bises, tremenda en longitud. Aunque atendiendo a los usos del cantor, más bien parecía un listado del que sacar las cuatro espuelas que suele llevar a cabo. Cualquier cosa es posible si hablamos de un músico con más de cuatro décadas de carrera musical y más de 20 álbumes publicados.

La urgencia de esta crónica nos impidió detallar todos los pasajes restantes, pero sí podemos apuntar que “Pequeña serenata diurna” se arrancó con las luces del recinto encendidas y el runrún de la gente canturreando el tema. Y que “Ojalá” sigue siendo un maravilloso himno en boca de este autor. Un creador que esperemos retorne pronto, que no tenga que pasar otro decenio hasta su siguiente visita. Silvio Rodríguez hace los domingos (y la vida, por extensión) mucho más llevaderos y agradables con sus creaciones enamoradizas.