Como siempre andan leyendo con urgencia estos textos les sintentizo la impresión general: El concierto de Brit Floyd, banda que homenajea el cancionero de Pink Floyd, fue un espectáculo de luz y sonido en el que las canciones del seminal grupo británico salieron bien paradas.
Ya saben cómo es esto de las “banda tributo”. Gentes tirando de éxitos compuestos por formaciones ya apagadas (no es el caso. Tras años en silencio Pink Floyd acaba de anunciar un nuevo CD) y que buscan monetizar – a un precio poco juvenil- los recuerdos de nuestros años mozos. No sabría decir si el precio de la cita era elevado o no, pero puedo afirmar que estos “brit” se ganaron a pulso todos y cada uno de los euros del ticket donostiarra
Primero por extensión. Porque hay que estar más de dos horas y media tocando complicados temas sinfónicos. Y que después de esas veinte canciones dejar tan buen sabor de boca que la gente te acabe pidiendo un bis puesta en pie y a gritos de “beste bat”.
Muchos de los aplausos hay que dedicárselos a un montaje que no desentonaría en el Estadio de Anoeta. Idea que tiene sus pros y sus contras: Las impresionantes combinaciones de luces eran en ocasiones algo cegadoras para tan reducido emplazamiento. En la pantalla de fondo hubo recuerdos al “wall”, a los malogrados Syd Barret y Rick Wright (precioso el “Breathe” y el “Wish You Were here” que les dedicaron) y muchas animaciones visuales que elevaban el mensaje siempre crítico y conceptual de la banda liderada por David Gilmour.
A lo sonoro tampoco se le pueden poner pegas. La numerosa formación ejecutante interpretó con precisión los intrincados temas de la banda inglesa. Y la selección de canciones encantó al personal. Hubo recuerdos a los viajes iniciales (“Astronomy Domine”), paseos folk (“Fat Old Sun”), temas muy populares (“Money”, “Another Brick in the Wall”), recuerdos a la época setentera (“Pigs”), melodías arrebatadoras (Shine On You Crazy Diamond” fue lo mejor de la noche), momentos críticos (“The Fletcher Memorial Home”) y otros que dejaban entrever de dónde sacaron U2 su influencia escénica más palpable (“Take it back”). Los homenajeados pueden descansar tranquilos. El de Brit Floyd es uno de los mejores espectáculos–tributo que hemos visto.