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Jay-Jay Johanson: Triste y desesperanzado

Los donostiarras Polaroid y el artista sueco Jay-Jay Johanson ofrecieron una velada de intensidades contrastadas pero bien gozosa para los asistentes. Arrancó el cuarteto local con algunas vaporosidades que, viendo el resto de la noche, probablemente pronto caigan de la lista de canciones por su propio peso.

Desperezado el cuerpo, el cuarteto ofreció pop anglófilo y oscuro, a las manera de Editors o Interpol. Les perdonaremos los pequeños despistes vocales y guitarreros – se formaron en octubre del 2010- porque el escenario y los nervios se van templando con el paso de las canciones.

Y tras la rabieta de aires juveniles llegaron el señor de la casa, Jay-Jay Johanson, y su socio Erik Jansson al piano y órgano. Con una proyección sobre el mundo de ballet como fondo visual y, en ocasiones, con un ligero y dulce apoyo de bases electrónicas que recordaban la época más trip-hop del alto y delgado cantante europeo.

Un intérprete que maneja un tono vocal realmente atractivo, tan afligido como una plañidera pop. Se eleva por los timbres agudos, pero como si los susurrara, soltando las letras de sus canciones de manera tan exquisita que uno no puede dejar de escucharlas. Hasta el tema ‘Suicide is painless’ sonó tan triste como esperanzado.

En algunos pasajes era relativamente sencillo caer en los brazos de cierta monotonía compositiva, momentos que pronto eran resueltos por alguno de los innumerables éxitos que Jay Jay tiene en su taciturna discografía: ‘So Tell The Girls That I Am Back In Town’, ‘She’s Mine But I’m Not Hers’, ‘The Girl I Love Is Gone’ o ese ensoñador ‘Milan, Madrid, Chicago, Paris’ que cerró la noche por todo lo alto. Aunque quizás, si hacemos caso a la animosidad emocional, sería más adecuado decir «por todo lo bajo».

Publicado enCríticas de conciertos

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