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Festival Olearso: El ritmo de la playa

foto: Aitor Higuera (flickr)Tras un coqueto pero exitoso debut en el año 2008, el festival Olearso -según sus organizadores, la denominación original de la bahía bidasotarra- volvía a celebrarse en la costera villa de Hondarribia. Y retornaba con una programación eminentemente rockera, buen espejo de lo que siempre ha gustado a los musiqueros jóvenes de aquella zona.

Ya desde su arranque, bandas realmente impactantes como Estricalla (la formación hardcore de Fernando Sapo, el conocido cantante de Kuraia), los donostiarras Surfin Kaos y su rock and roll añejo o los enérgicos beratarras Sexty Sexers demostraron la buena cantera de nuestra región.

Pero la carpa y sus asistentes contaban los minutos para ver al gigantón de Badalona. Loquillo era el plato fuerte de la noche, si nos atenemos al nombre y al número de espectadores presentes. De un negro riguroso que en el bis se convirtió en lentejuelas, la noche arrancó con los temas trogloditas ‘Rock and roll actitud’ y ‘El Hijo de nadie’. Toda una declaración de intenciones que se extendería a lo largo de los 90 minutos de actuación.

Aunque le guste mezclar la electrónica en temas que beben directamente del ‘Héroes’ de David Bowie (‘Arte y ensayo’), su propuesta suele tender a la declamación guitarrera, a los largos mensajes de rebeldía y personalidad que a veces buscan ser coreables (‘Memoria de jóvenes airados’) y otras directamente hard-rockeros (‘Rock Suave’) o de herencia Who (‘Carne para Linda’).

El casi donostiarra (vive buena parte del año en la capital guipuzcoana) tuvo el detalle de dedicar su famoso ‘Voy de negro’ al bar Mendi Café Rock de Lasarte, en cuyo letrero externo reza la leyenda ‘Sede Oficial de Loquillo y los Trogloditas’. Y hubo ración justa y comedida de clásicos. Salvo la flojilla ‘El Rompeolas’, todos fueron tan precisos como coreados: ‘El Cadillac’ que cerró la actuación, ‘El Ritmo del garaje’…

Las cuerdas eléctricas y vocales le ganan la partida al resto de instrumentistas, tanto en fondo como en forma. Al teclista se le notó más en la pantalla adyacente al escenario que por los altavoces. Algo normal si a tu lado tienes a dos rasgadores tremebundos como el donostiarra Jaime Stinus y su socio Igor Pascual. Y un faro oscuro y elevado en la mitad de todos ellos.

El estiloso y clásico rock nacional dejó paso al totem actual de la música vasca, los navarros Berri Txarrak, quienes rejuvenecieron la media de edad de los oyentes y demostraron por qué son, sin lugar a dudas, la banda contundente con más proyección fuera de nuestro territorio.

No hay estilo o subapartado colérico y acelerado que no se pueda emplear para definirles. Pero, a diferencia del resto de formaciones de piñón fijo, que no sueltan la etiqueta ni tras el centrifugado, el trío llena el escenario demostrando una amplitud de miras y un gusto musical absolutamente alucinante, construyendo estructuras tan libertinas como atractivas. Todo ello acompañado de una gran voz, la de Gorka Urbizu, que consigue alzarse siempre sobre las tormentas sonoras.

Publicado enCríticas de conciertos

2 comentarios

  1. ¿ Y qué fue de los internacionales Senser ? Se supone que musicalmente eran el plato fuerte, no pude ir al festival y tampoco pude verlos por Gaztea Live – streaming de EiTB – ; esperaba poder leer algo sobre ellos en esta crítica :'(

    • Juan Luis Etxeberria

      Hola Bertol:

      La verdad es que aquí solo colgamos, el 99% de las veces, los artículos tal y como salieron en prensa. Ya lo siento no poder comentar nada de Senser.

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