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Animal Collective: La discoteca Ku(rsaal)

Comenzamos parafraseando un anuncio de seguros de moto que emite la televisión. Ese en el que sale un tipo con un manillar de moto en la mano mirando un mapa del metro.

Nuestra versión presentaría este guión: “Qué chulo el show. Y qué fuerte ha sonado todo. Y qué de efectos utilizaban. Y qué moderno se ha puesto el Jazzaldia. Y qué marcha tienen. Y qué mezcla de elementos.” para acabar con la frase de impacto: “ya, pero menos mal que tengo los discos”.

No fue un mal concierto, ojo. Tan sólo fue bonito. Pero no tan especial como esperábamos. Porque los tres miembros de Animal Collective -Deakin se encuentra ausente de la gira de Merriweather Post Pavilion, el último CD de los de Baltimore- vinieron con el mono de trabajo y la versión más rotunda de sus temas.

Fuera esas miles de capas que hacen de sus grabaciones un lisérgico viaje entre la sicodelia, la electrónica y los Beach Boys. Adiós a la envolvente dulzura algo caótica de sus composiciones. Agur matices pop.

Porque los norteamericanos se volcaron en el uso del delay/echo, un efecto que retrasa la modulación sonora. Dispositivo que el pasado jueves se empleó de manera casi obsesiva en un recinto cerrado. Muchos opinaban que al aire libre, dándole de comer al patrocinador, la cosa hubiera sido espectacular.

El auditorio también consiguió cambiar su forma cúbica hacia otros poliedros. A saber, el frontón (por el rebote inmenso de las sonoridades), el polígono (discotequero en el que se convirtió el local en bastantes ocasiones),… Toda gentileza compositiva se vio reducida a un uso majara de efectos y la omnipresencia de sonidos de percusión: bombos digitales, baterías tocadas en directo, ritmos africanos. Viendo la respuesta del joven público, acertaron de pleno.

Los juegos vocales recordaban tanto a formaciones como Flaming Lips y Sigur Ros como a – lo siento, indies- Coldplay y The Verve. Más de una lírica elevada y expulsada bajo mantos de golpes evocó entonaciones de ese pop épico y casi sinfónico.

Curiosamente, lo más bello se mostró al final, con las tres últimas perlas. Volvió la calma tras el tsunami. Tiempos pausados y golpes espaciados. Fue el momento del cariño y la sugerencia. Lastima que nuestro cuerpo retumbara ya en exceso para esos momentos.

Publicado enCríticas de conciertos

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