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Fermin Muguruza&Afro-Basque Fire Brigade: Jamaica, capital: Irun.

Intérpretes: Fermin Muguruza (voz), Oskar Benas (guitarra), Victor Navarrete (bajo), Franklin Waul (teclados), Mikel Abrego (batería), Leo Rodríguez (percusiones), Sorkun (coros), Stephanie Wallace (coros), DZ (DJ), Xabi Solano (trikitixa), Jon Elizalde (trombón), Fino (saxo), Lonbi (trompeta). Día: 16 Agosto 2007. Lugar: Explanada de Sagüés (Donostia). Asistencia: Tres cuartas partes de aforo.

Tras recorrerse media península y parte del extranjero (Cuba, Alemania, Holanda, Japón), Fermín Muguruza y su populosa banda tenían en Donostia la parada final de su Afro-Basque Fire Brigade, la última de las reinvenciones del guipuzcoano. Y en contra de lo esperado, el cerrojazo de la gira no reventó la explanada de Sagués, dejando la asistencia entre la mitad larga y los tres cuartos.

Apoyado en una banda impecable (la noticia sería precisamente que no lo fuera), Muguruza comienza vendiendo humo. Humo jamaicano, entiéndanme bien. Esos vapores reggae procedentes de la isla de Bob Marley que tanto le han gustado siempre, y que la edad ha ido transformando del Ska inicial al dub y el dancehall actual. Canciones de aire reposado que permiten soltar la boquilla de la sección de viento y escuchar con nitidez los scratches del DJ.

Al micro, y bien acompañado por dos voces femeninas (la vasca Sorkun y la jamaicana Stephanie Wallace), el inquieto Muguruza sigue moviéndose por los parámetros habituales. El fronterizo siempre se ha decantado por lo textual frente a lo melódico, centrando toda su potencia en lo que se dice frente al cómo se hace. Con un recadito a quienes no le dejan explayarse en los festivales peninsulares, su mensaje sigue siendo la piedra angular de cada una de las formaciones que va ideando, sea cual fuere el colchón armónico elegido.

El somier del que hablábamos, tan vaporoso él, fue ganando potencia con el paso de los minutos dejando que el rock, el ska y el soul fueran tumbándose sobre él. Hecho que, unido a la recuperación de viejos éxitos como “Sarri Sarri” o “Gora Herria”, calentó los ánimos de los lugareños.

Gentes que supieron perdonar, imbuidos como estaban en la fiesta, el sólo final de trikitixa algo fuera de sitio o que “El último ska de Manolo Rastaman” (ya saben, ese de “que bien me lo estoy pasando bailando este ska”) fuera deconstruido para meter en su mitad la enésima epopeya dub de vientos alegres, voces directas y ritmos cadenciosos.

Publicado enCríticas de conciertos

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