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Karidadeko Benta: Gitanos de hilo fino

Intérpretes: Karidadeko Benta. Lugar: Plaza de la Trinidad (Donostia). Día: 13 Agosto 2007. Asistencia: unas 300 personas.

Cuanta razón tiene el bertsolari Jon Maia, motor principal de la banda Karidadeko Benta, cuando le dedica una canción al mundo de los abuelos. Gentes que ya no reconocen sus calles comerciales, ahora ocupadas por neones y telas escasas en extensión que vienen con etiqueta nacional y elaboración oriental. Los mundos van cambiando en eso que algunos llaman progreso. Pero siempre hay que echarle un ojo al pasado. Si no corremos peligro de salirnos en la próxima curva.

Por eso parecía claro que en ésta Benta se iba a recuperar el espíritu de la vieja romería o la orquestina, palabras que producen tedio y urticaria en las nuevas generaciones, dotando ahora al conjunto de bríos folkloricos más actuales y globales. Que no todo iba a ser malo en eso de la globalización, hombre.

De la numerosa colección de instrumentos de cuerda y viento al que se añaden la guitarra y la percusión salieron aires y rasgados de influencia iraní, flamenco, marroquí o con vapores de cha-cha-cha. Hasta hubo retranca con el reggaeton.

Pero sobre todos los gustos melódicos, falso sería dejar de mentar a Goran Bregovic. Karidadeko Bentak tiene mucho de esa orquesta fúnebre ciertamente alegre y festiva que el autor de Sarajevo ha popularizado. Los vascos demuestran que no hay nada como una fanfarria gitana para enganchar a todas las secciones de la pirámide generacional. Con un plus muy especial: la imaginería mental de Jon Maia.

Entrenado en la chispa que se requiere para en un par de minutos montarse una historia sobre un tema recién propuesto, el cantante zumaiarra arranca el recital paseando entre los locales, con una oda a la Plaza, las fiestas y la ciudad. Más tarde repetiría movimiento, con una improvisación a pie de público tan divertida como sincera.

El resto de temáticas no le fueron a la zaga: La desaparición de los amigos de las cuadrillas nocturnas con la llegada de los cuarenta años (y esas frases que comentan que ahora se queda en los polideportivos y no en las tabernas, siendo la aspiración laboral un puestito en el Gobierno Vasco), un recuerdo a los cayucos (”los actuales Ulises del mar”) y a esas generaciones que venidas de todo el mundo tantos esfuerzos han hecho por hablar en euskera.

Maia demuestra en sus dicciones mucha elegancia, ironía y cuando toca, cachondeo. Sin cargar las letras de los habituales asuntos públicos, llevando el interés a las cosas cotidianas, cercanas y, por lo tanto, más entendibles por los mozos y mozas de a pie que empezaron ocupando los palcos de La Trini y acabaron llenado la plaza con sus bailes y saltos.

Los chicos de la Venta de la Caridad, lugar originariamente emplazado entre Billabona y Zizurkil en el que los bertsolaris se retaban empujados por los calores del vino y la sidra, anuncian el traspaso de la barraca a finales de septiembre.

Vistas las sonrisas perennes entre el respetable y la salva de aplausos recibidos en su concierto de Semana Grande, confiamos en que el viejo edificio aguante las especulaciones y se mantenga en pie para una futura reapertura. Mejor eso que un nueva mole de tiendas,¿no?

Publicado enCríticas de conciertos

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