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Lisabo y Pinbol

Hace cinco años Lisabö, el grupo irundarra, daba su penúltimo concierto hasta la fecha. Una ausencia de medio lustro cuya única excepción se produjo hace un par de meses en el escenario del Plateruena de Durango. Pero en todo desierto hay espacio para un sirimiri. Y nuestra sequía se aplacó el pasado jueves en la sala Gazteszena de Egia, donde los asistentes disfrutaron con las rabias de la formación guipuzcoana.

La banda Pinbol se encargó de inaugurar el escenario.Reconvertidos en formato trío con la ausencia de un teclista al que se echa de menos, sus canciones trasladaron los esquemas poperos a la Norteamérica más rockera y clásica. Su soltura fue un elegante entrante para la ración de mala gaita que íbamos a ver después.

Porque defender a Lisabö es patrocinar la violencia. Pero el quinteto del Bidasoa recupera el lado íntimo del vocablo, defendiendo la insubordinación que los modos de vida cómodos han sosegado. El arranque de su actuación fue un auténtico puñetazo en la cara. Duro, seco, ardiente, enérgico, sorprendente. Con el grito como melodía y la ira como impulso creativo. Afortunada o desgraciadamente, la cosa fue calmándose, mostrando la cara actual de la banda que sigue generando nerviosismo ante la explosión que nunca llega.

Será que todos nos hacemos mayores y sabios, y la mayor pericia suele ir acompañada de menos revoluciones de motor. Así lo demuestra Ezlekuak, el último CD de la banda guipuzcoana. Una oda a los no-sitios: aeropuertos, estaciones, interiores del alma.

Publicado enCríticas de conciertos

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