Día nublado en el club de golf. Amenaza suspensión de esta ronda inicial. Un día gris, de hojarasca húmeda. En estos días melancólicos, hay jugadores que despuntan sobre el resto, y otros no llegan a ver la calle, todo el rato entre el rough y los árboles. La sorpresa está saltando con un jugador de la previa, Aveo, que suma los hoyos por birdies.
Tiene swing y se encuentra muy cerca de la cabeza, Martin Rossiter (del equipo Gene, bajo las ordenes del Guru Morrissey), enlazando acierto tras acierto en los 9 de ida. De golpe simple, con un sonido suave y de guitarras distorsionadas pero esqueléticas, apoyados por el jaleo coral del grupo. No se olvida de hacer unas aproximaciones al green directas, concisas, rápidas y enganchonas.
Salta la sorpresa, empatando con los jugadores que han hecho de la herencia Smiths una influencia no solo innegable, sino imposible de despojar. Los reporteros comienzan a preguntar “¿Quién es?” ”¿De donde ha salido este?”…
Un arranque espectacular…que lógicamente va perdiendo fuerza. Su segunda vuelta es algo más dispersa, intentando cambiar su juego. Los periodistas se empiezan a centrar en los valores seguros, no perdonándole precisamente eso, el hecho de no contar aún con un estilo consistente y efectivo. Como si eso fuera sencillo.
Con esa primera serie de golpes para la esperanza, le llevamos sin problema el carrito entre el aguacero. Triunfar no siempre significa llenar, a veces con llegar (si, ahí, donde palpita) es suficiente si hay tiempo para la mejora.
Sé el primero en comentar