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Bebe: Menuda bicha

Interpretes: Bebe (voz), Markos (guitarra), Guille (percusión), Yuni (batería), Javi (bajo), Omar (DJ). Lugar: Sala de Cámara del Kursaal (Donostia). Fecha: 14-Octubre-2004. Asistencia: lleno, unas 600 personas.

Asistimos al primero de los llenazos de la cantante Bebe en la capilla del Kursaal rodeados de adolescentes que se debatían entre el look clásico y el borroka antiglobalización. Ganaban los primeros, de calle, porque a nuestra extremeña le han dado cera en los medios de difusión masivos. Pero ella se decanta, sobre el escenario, por seguir a los neo-hippies en los patrones del vestir.

Y en el hablar. Gusta de usar un lenguaje directo, sin cortapisas, llamando a cada cosa por su nombre. Haría buena pareja de dobles mixtos con Melendi, su hipotético acompañante en estas huestes de nuevos cantautores de estilo llano y músicas variadas. Pero claro, intentaremos destripar lo menos posible las sorpresas que les esperan a los seiscientos asistentes largos de la sesión de hoy en las apretadas butacas del cubo pequeño.

Decían los versados que a la niña le sentaban igual de bien las formas que emplea cuando se acercaba con su guitarrita a las ciudades españolas a celebrar el día de Extremadura. Que ya entonces emergía risueña y pizpireta, con ese deje andaluz al que a veces la mesa de sonido no destacaba como debiera, inundando cualquier escenario de contagiosa alegría.

Porque este bicho menudo sabe dejarse llevar por la banda cuando todos esperamos que, cual Woody Allen, abra la boca y suelte alguna boutade o alguna frase “de pensar”, expresada casi sin vocales, como en esos mensajes de texto que inundan los programas televisivos. Muchos momentos divertidos, pero hay que destacar uno: la reencarnación de nuestra cantante en la canción “silla eléctrica”.

En lo melódico, le pega a muchos palos y eso es bueno. Lejos de encasillarse en los singles más radiados, nos dio para escuchar mucha rumbita, algo de rock enérgico, detalles funkys, samba, flamenco, reggae-ska y hasta detalles antillanos. Como ven, sonidos antiglobalización que ella acompañaba con un chorro de voz al que no le hacía falta visita alguna del cercano congreso de Otorrinos.

De la panda de amiguetes profesionales que le acompaña, destacar al curtido guitarrista y esas percusiones que se hacían oír sin hacerse notar. Aún nos preguntamos por la labor del pinchadiscos, que seguro que era otro coleguita que se quedaba colgado en casa mientras la prota se iba de larga gira. Ojo, que no lo hace mal. Se suelta al funk de Isaac Hayes y a los purismos del flamenco cuando le dejan, manoseando los crujidos con estilo. Pero su labor en esta amalgama queda algo vacía.

En los 75 minutos de reloj que duró el espectáculo (pocas veces una palabra está tan bien puesta) la cantora nos trajo al frente, en ocasiones, ese impulso inocente y carroñero de Albert Pla. Otras se dejaba llevar por las cadencias de Amparanoia. Las menos, sonrisa clavada, nos recordaba a la Jeannette de los sesenta. O cantaba sus tonadas como si de un rap se tratase. Pero no se dejen cegar por las comparativas. Sólo se ponen como guía. Parafraseando el estribillo de la canción “Silla eléctrica”, Bebe “es auténtica, única en su gama”.

Publicado enCríticas de conciertos

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