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Alex Kid: Por los pelos

Tibia entrada el pasado jueves en Gazteszena para escuchar las peripecias sonoras del creador electrónico Alex Kid, nacido en la Galia y asentado durante muchos años en las Islas Baleares.

Seguro que fue en las animosas discotecas de las Pitiusas donde nuestro mozo fomentó sus amores por las tendencias musicales bailongas más efectistas: House, Deep Techno, Garage…

Etiquetas abrazadas por muchos con mayor fortuna y repercusión que las de éste ejecutante francés. No es un nombre estrella de la escena dance, aunque haya pasado la mayor parte de su carrera en el importante sello F Communications, capitaneado por Laurent Garnier (¿les suena más éste nombre?).

Pero seguro que han escuchado sus composiciones en cualquier peluquería (perdón, salón de estilismo integral). Porque las sencillas amalgamas de digitalismos de su último álbum “Mint” se encuadran en esa serie de discos que se vaporizan habitualmente entre brushings, peelings y resto de denominaciones anglófilas que abundan en los salones de belleza más modernos.

Ya nos temíamos que Alex Kid se iba a dejar de peinados clásicos y secadores monocasco. Nada de cortar las puntas y desgastar un poco. Lo del jueves noche en Gazteszena fue meter tijera sin remisión. Kid se escondía entre teclados y samplers, su socio se repartía la otra mitad del equipamiento digital y en la parte trasera el señor batería trataba de agregar el elemento orgánico al concierto.

Como se suele decir, aquí hubo zapatilla para dar y tomar. Compases machacones sin mucha innovación, algo verbeneros, buscando que el bombo guiara nuestros movimientos. Diálogos entre percusiones, acelerones rítmicos de demostrada pegada. Maneras que no desentonarían en las zonas suaves de cualquier discoteca.

Solo la irrupción en escena de la verdadera reina del salón, la joven y bella Lisette, alegró los oídos y ojos del personal, que ya empezaba a aburrirse de las músicas de fondo. La cubana de estilizada figura y enérgica voz se soltó la melena e imprimió carácter a la parte final de este potente arranque, desfilando más cómoda cuando el concierto comenzó a tranquilizarse. Se agradeció la seducción y sensualidad que consiguió imprimir a las frialdades sonoras que el trío ejecutor disparaba desde sus máquinas y pulsaciones.

Todo sonó mejor cuando el muchacho Alex olvidó los manidos estándares y se dejó llevar por el house más pausado, pulverizado por partículas del R&B actual. El lavado y cortado de melodías perdió maneras de peluquería militar, ganando la actuación algo de originalidad y hechizo. Lastima que en la zona final volviéramos a ajustar la máquina de pelar a cero y regresáramos a las estructuras iniciales del evento.

Mucho tomate para una noche de jueves. Quien sabe, quizás en pleno fin de semana nos hubiéramos dejado llevar con más fe. Pero los días laborables, ya se sabe, con lavar y marcar tenemos suficiente.

Publicado enCríticas de conciertos

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