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Paseo por el backstage del FIB:“¿Dije ya que hacía calor?”

“Hola, somos AMA. Gracias por venir a vernos”. Con esta simple frase (con los nervios, no se ni si la dijimos) arrancaba el pasado domingo 10 de Agosto, a eso de las 6 de la tarde, nuestra actuación en el Festival Internacional de Benicassim, el mayor evento de música pop de nuestro país. Sobre la calidad de nuestro concierto, por motivos obvios, no puedo daros cuenta en valores objetivos.

Era el final de un largo día. De un enorme e intenso fin de semana. He conocido de todas las maneras posibles el Festival de Benicassim. Como asistente sufridor del camping inhumano que proporciona la organización, como visitante con hotel de persiana y aire acondicionado, como reportero de prensa y como artista. Huelga decir que la última de las opciones es la mejor.

Porque la organización hace todo lo posible para que los músicos se sientan cómodos. Prepara un área tranquila en la zona trasera de los escenarios, el denominado “backstage”. Aunque bien podría denominarse “backUniverse”, porque aquello no se llenaba ni en horas punta.

En esa pequeña lego-ciudad de plástico anexa al espacio festivalero (mayormente poblada por artistas patrios e invitados, amantes todos de la gratuidad de los elementos bebibles que ofertaba el recinto) podías tumbarte en el prado verde, utilizar impolutos baños sin colas, cenar en una zona tranquila mientras veías los conciertos por la tele o emplear las duchas para intentar convertirte en un ser anfibio en aquellos mundos abrasadores. Los hermanos Morán, dueños del cotarro, han pavimentado toda la zona interna y comprado más terreno, para que todos estemos más cómodos y espaciados. Las mejoras son constantes en todo el territorio festivalero.

También se podía el artista pegar un baño en una piscina en esa zona. Para ello había que olvidar cualquier atisbo de amor propio por tu piel. Con el paso de los días el agua pilló un color bastante extraño e insalubre, cosa que no impedía a los artistas guiris menores hacer el guiri.

Curiosa esa apreciación. Artistas menores. Ama éramos artistas menores. Los guiris-cangrejo que buscaban mutaciones futuras en el agua de estanque artificial eran artistas menores. Beck, Suede o Badly Drawn Boy eran artistas mayores. A ninguno de ellos se le vio por esa zona de artistas más tiempo del preciso.

Nosotros cazamos a Badly Drawn Boy y Damon Albarn (Blur) en animada conversación, y sacamos una foto al primero de ellos más tarde, cuando el ex de Justine Frischmann ya había volado. Chocante este preciosista compositor británico. En Benicassim, el reino donde el Señor olvidó crear las nubes, Damon “Drawn boy” Gough no se separó de su gorro de lana y abrigo largo en ningún momento. Quien pensara que esas pintas eran solo para quedar guapete en el escenario (que ya tiene valor), decirle que allí, en la zona trasera del escenario, sudaba y sudaba el autor de uno de los conciertos más personales de todo el FIB. De los famosos locales, J de Los Planetas se llevó la palma de oro. Sigue siendo un aguilucho nocturno muy educado y divertido.

Los 30.000 asistentes repartían sus cuerpos por poblaciones cercanas a la hora de dormir. Benicassim, ya de por si destino turístico mayoritario, no dispone de los establecimientos hoteleros necesarios para satisfacer las necesidades de ese fin de semana. Ama tenía su sede central en Oropesa, a escasos 10 kilometros de Benicassim, en un hotel cuya recepcionista conseguía vivir con la sicodelia en perfecta armonía. Adoradora en secreto de los dogmas de Syd Barrett, todos y cada uno de los encontronazos verbales que tuvimos con ella se saldaban con caras de asombro por nuestra parte, y la búsqueda continua de la cámara oculta. Aquello debía ser una especie de broma…

Nuestra habitación (además de una Biblia escrita en todos los idiomas menos en castellano, regalo de Gerencia) tenía un aire acondicionado bloqueado voluntariamente a 12 grados. Salir de allí era como ir a por comida en una ventisca del Polo Norte. En ella descansamos los excesos nocturnos que las facilidades de nuestra acreditación ofertaba.

Tuvimos mucha suerte con el horario de las pruebas de sonido. La maquinaria del FIB no para. Sobre las 8 de la mañana se cierran todas las carpas. Y una hora más tarde ya empiezan a probar los primeros grupos. Nosotros, al estrenar escenario, éramos los últimos en pasar por ese trance.

Debíamos subir a eso de la una del mediodía, pero gracias a los chicos de MUM empezamos una hora más tarde. En un contrato donde se especifican todas las obligaciones y limitaciones que deben aceptar los grupos, estos islandeses (como muchos foráneos “estrellitas”) se pasaron por el fiordo los 30 minutos de prueba asignados, montando una preciosa y extrañísima batería propia (cosa que no se puede), lo cual retraso a todos los que íbamos detrás de ellos.

Tras comer, ducharnos constantemente y descansar placidamente en la hierba, dejamos que las 6 de la tarde se acercaran a las manecillas de nuestro reloj, afinamos los instrumentos y nos dispusimos a tocar. Sonará hortera porque la frase lo es, pero el sólo hecho de ver a un espectador tarareando una canción nuestra hacía evaporar toda resaca, todo cansancio y toda desgana fruto del mal vivir (por dios, si parezco el cantante de Mana…).

Publicado enReportajes

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