Gagarin vive en el Dabadaba

Ha querido la casualidad (y la soberbia colección creciente de Filmin sobre los documentales musicales) que estos días haya visto un par de obras sobre movimientos similares en espacios y sociedades diferentes.

“I am Gagarin” presenta la caída del imperio ruso y el alzamiento de la juventud tecno en la actual Rusia. Un docu apoyado en el paseo de una artista que nos guía por aquellos años locos de nuevas libertades adquiridas o tomadas.

Fiestas en museos del espacio – de ahí el nombre del film-, casas ocupadas, peña de la que se intuye más desmelene que el descrito, cierto toque arty y pocos planos como para hacer memes desencajados. Pone a la vista los heridos de aquella guerra, e idealiza sin excederse. Tiene un pase, pero no dos.

Rock-Ola. Una noche en la Movida” pone los pies en el mismo momento, aunque varios años antes. La sala madrileña, sede oficial de La Movida, no fue solo eso. Fue un gaztetxe con licencia, un espacio creativo abierto a todos – tremendas las obras de teatro que se mencionan, entre las que destaca Poch haciendo Hamlet- y un lugar en el que mostrarse y gozar de lo más granado del pop mundial. La lista de grupos que pasaron por la sala puede poblar los festivales actuales Boomer sin extrañeza.

Y tirando de ese hilo me acuerdo de Alex Dabadaba. De sus primeros años con un concierto al día. De sus impulsos programadores llenos de vitalidad e interés, aunque no siempre fueran de mi interés. De su ansia por acerca a la ciudad muerta cosas vivas pequeñas-desconocidas-locas-imprescindibles, “que el año que viene no podrían venir porque ya van a a ser muy caras” como decían los del Rock-Ola. Del garito madrileño se hizo en 2009 un documental necesario, justo, blanquito e informativo. Del segundo, si las cosas van por el camino actual, se hará una lonja monotemática sin nervio vital.

Ya lloraremos luego, como con Rich y las tiendas antiguas. Eso nos sale muy bien y lo tuiteamos aún mejor