Ley Sinde: La vida sigue igual


“Al final, las obras quedan las gentes se van, otros que vienen las continuaran, la vida sigue igual”. Nuestro tabique de platino preferido lo cantó y lo bordó en su día. “Las obras quedan la gente se va”. Frase con pinta de Perogrullo, como lo son todas las grandes frases, que ahora, gracias al pacto toledano – por lo de la espada- entre los partidos parlamentarios de turno –por turnarse- se va a transformar en una “Ley Sinde” ( y su guía punzante a cargo de El Jukebox ) a la que, espero, le quede una vida tan larga y entonada como aquella Ley Corcuera.

En la red hay análisis de todos los tipos. Yo leo más puntos de vista contrarios que favorables, incluso entre los propios autores. Vigalondo y Alex de La Iglesia han mostrado su disgusto. El primero en todo positivo, apostando por “hacer mejores películas” con o sin ley. El segundo se ha sentido como un Miura en Falces, ciertamente toreado.

De los músicos que cobran mucho y bien de la SGAE he leído pestes, por más que algunos vivan y tributen fuera de España. Aunque la Sinde no sea lo peor que les puede caer.

De los editores literarios nada se supo aún. Quizás su lobby no sea tan visible/importante, o quizás es que Google sea mucho más potente que, qué se yo, cualquier sindicato de actores. Como ven, en todos y cada uno de los casos he tocado los pisos superiores de este gran rascacielos creativo/cultural/empresarial.

Todos ellos aprietan para mantener un modelo de negocio caduco y, de facto, putrefacto. Nadie niega que otro mundo es posible, más justo. Pero siempre que implique cambios ajenos, no propios, claro.

Porque ninguno quiere o sabe adaptarse a los cambios, arriesgar ante las nuevas murallas y opciones. Son mastodontes, desde la gestora de derechos hasta la que coloca los discos en las tiendas (¿Son distintas empresas?¿En serio?), que quieren asentarse en su cuenta de beneficios y seguir engordándola sin mayores riesgos. El feudalismo cayó, entre otro millar de cosas, por el exceso de presión fiscal y la ausencia del pueblo en las decisiones relevantes. ¿Les suena? A ellos no.

Pero lo dicho por Julito sigue vigente. Poco importa que PP y PSOE pacten ahora y eso les suponga unos cuantos miles de votos menos. Ni que lo hagan sobre recortes que no les afectan a ellos directamente, o sobre jubilaciones de las cuales disfrutan desde mañana mismo. En el fondo, nuestra opción, Las abstenciones (salvo que se imponga la lógica del ahora jamaicano Javier Marley Ortiz), son papeletas en las que los diputados apuntan los pedidos a Apple.

Idem con los emporios empresariales afectados, el reparto de la riqueza entre los socios autores, la subvención como motor creativo, la fiscalización -¡privada!- de campos en teoría puros, la queja como lloro sistemático infantil. “Al final, las obras quedan los autores se van, otros que vienen las continuaran, la vida sigue igual”.