La defensa virtual: Es una pena 2.0

¿Cuánto pesa una firma 2.0?¿Y una indignación llena de exclamaciones?¿Menos que una forma de denuncia en un portal dedicado a ello?¿O más que un RT o “compartir”?

Las redes sociales llegaron para quedarse o, lo que es peor, comérselo todo. Quejas, denuncias, pataletas. Todas justas, todas carne de corte informativo, o noticia más vista de un diario digital.

La última, o penúltima según a que hora lean esto, es el cierre de una librería de película, Metropolis, en Donostia. Un grito justo, pardiez, que no abundan estas delicatessen en nuestro pequeño acorazado burgués. Porque el pequeño comercio se muere. Porque los alquileres no bajan, y solo los chinos pueden abordar, con esos horarios tan abiertos, optar a ellos en las mejores calles de la urbe. Porque la crisis golpea a todos, sobre todo en el ocio. Porque es indignante lo que hacen las grandes superficies, que pueden tirar los precios de un producto para que piquemos y compremos 10 más. Porque nada como el trato del pequeño tendero, conocer su nombre, esa vida que da al barrio.

Y porque no compramos en esa tienda que ahora cierra.

Recuerdo una anécdota. Una señora clamaba contra los chinos: que si tienen más ventajas fiscales, que hay que ver como explotan todo, que los niños trabajan en esas tiendas, que no hay derecho, que qué vergüenza. Se hacen una idea de su speech, vamos. Nada nuevo. Así un buen rato, unos veinte minutos. Llegó otra señora, colega de vinos, y empezaron a orbitar sobre sus nietos. Clase arriba, recreo abajo, merendola en medio. En un momento de la charla, la “indignada” se queja de la cantidad de cosas que tienen que comprar para manualidades, o como se llame ahora. “Hay que comprarles un montón de cosas. Menos mal que tengo el chino cerca, porque sino, me saldría todo super caro