Thee Brandy Hips: brindando por el pop donostiarra

Foto: El Humilde Fotero del Pánico

El pasado vienres había una cita ineludible en la agenda giputxi: El momento en el que Thee Brandy Hips iban a presentar su nuevo disco “Raincoat” ante la parroquia local. Lo ineludible del concierto no es una apreciación personal: Hubo sold-out para cuando el quinteto grosero subió a afinar sus cuerdas.

Antes Kokoshca (@uneteakokoshca) partieron la pana a su manera en el escenario egiatarra. Crudos, directos y heterogéneos a rabiar, sus actuaciones asombran a extraños y llenan de gozo a quienes ya les conocían. “La fuerza” sigue siendo un subidón, pero hay muchas otras canciones, a ratos salvajes y crudas, a ratos más garajeras, que merecen una gozosa atención.

Los Hips, chovinismos aparte, lo bordaron. Tras la cita del Madrid Popfest había cierta sensación de rabia. Sin ser aquel un mal concierto, no era exactamente lo que conocíamos de los donostiarras. Doctorados con vítores en grandes espacios (Velódromo, Jazzaldia), faltaba una cita en la que el buen sonido y el enfoque directo y popero pudieran mostrarse en plenitud. Y eso sucedió en Donostia.

No es sencillo pillarle el punto al Bukowski cuando la formación es amplia. Aunque todo esté bien dispuesto, siempre hay algo que acaba escondido entre tanto elementos sonoro. Por ello es mayor el mérito de los Brandys. Reverberando mucho una voz bonita y potente, aguda y solvente,que se emite con la boca a medio cerrar, guitarras, bajos y teclados sonaban como una unidad, respetando la propuesta unitaria. Solo a mitad de concierto, cuando el cantante pidió quitar la reverb y dejar la voz seca, la propuesta perdió un poco de toque y ganó en la formula de Clemente de «patapum y palante».

Pero el concepto fue perfecto. Canciones alegres y vivas (no es dificil, «raincoat» es un gran disco), 45 minutos largos, y un riesgo que acabó siendo un acierto: Tocar “shoegazing” -alias “el tema para ir a pedir”- con el arreón final, fue una pequeña muestra de elegancia y calidad ante un tema que podía haber tumbado el resto del setlist. Al acabar, aplaudir a rabiar no fue un detalle sino una obligación.