Neighbours, Everybody needs good neighbours.

Me gusta la gente que sube al escenario con la misma ropa que llevaba y llevará. Me da confianza, y cercanía. Sobre todo si esa sensación se multiplica durante su concierto. Maite Larburu, la misma que tomaba un vino en el bar cercano tras el evento, rebosa naturalidad allá donde muchos tiemblan de nervios. Y arte, ojo. Porque sus canciones son preciosas, como bien pudo disfrutar el abarrotado espacio de la casa de cultura de Pasai San Pedro.

Neighbor es su aventura ociosa. La laboral le tiene en Holanda – y resto del mundo- tocando piezas barrocas. Ahora, en una compañía que solo Iturri no vio con lazos más allá de lo musical, grabó un disco que ojalá presente en espacios más grandes. Josh Cheatham, su socio escénico, le pone los acordes, deliciosos cuando tira hacia la bossa o el fado, siempre excelente, siempre bastante libre y liberado de estructuras. Ella, mientras, se come el mundo, ese pastelito que tanto le inspira.

A ratos tiene algo de Jabier Muguruza, otras maneja el humor y cierto timbre a lo Mursego, ¡o flamenco!, con unas letras en euskera que destacan sobre el resto de idiomas empleados. Qué gran letrista costumbrista nos hemos topado, para aplauso y envidia. “Txakurren Begiak” y “Harria, papera, guraizea” son dos ejemplos de esa habilidad a los fonemas.

Salseen por Spotify. Yo, gracias a H.C. (¡gracias!), tengo una copia física – vende gaztelupeko hotsak– que los domingos sonará en mi casa, esté donde esté esta.