
Con los ojos cerrados o entreabiertos. Quién sabe si mirando las partituras en un teleprompter interno. O viendo cómo desdoblarlas para la ocasión. Paseando por la sala, entre la gente. Buscando la complicidad y el respeto ante la sencillez de su oferta. Una voz. Y algunos trastos estudiados y/o ocasionales.
Salió del telón, con un hierro y un palo. Luego más tarde cantaría a través de él. Y pegado a una esquina, buscando la resonancia de la madera sujetavasos. O sentado en una silla de Flamenco versión Imaginarium. Y todo lo que os puede sorprender de estas líneas no es nada, un complemento, una pajita en un vaso de cóctel. Porque Ibon RG nos redescubre nuestra voz. El Frank Sinatra de Bilbo.
Nuestra de vasca, de local. De antigua. De histórica. De mimada, querida y rejuvenecida. La que ha honrado con “iaquin vahu”. Su visión, 500 años después, del primer libro impreso en euskera, el “Linguae Vasconum Primitiae”. No se pierdan, no deben, su publicación. Un libro y un disco. Normal. Con los originales. Menos normal. En el tamaño del original. Muy original.
Ibon lo lanzó en el Dabadada. Una pastoral de amor. De tragedia. Canciones entonadas con la cercanía del juglar y la pasión de un trovador. La voz antigua, en su nueva voz. La ópera de la calle de Sestao. Todos ganamos. Sin florituras. A veces una carraca. El mencionado palo. ¿Ibon, era eso un Salterio? Ya me dirás. ¿Tocado al Ttun Ttun? No lo creo.
Pocos saldrían ganadores del envite. Pero Ibon nos llevó cual flautista de Hamelin a su stand. A comprar por apenas un azul de 20 ese disco-libro. Queríamos tenerlo. Necesitábamos escucharlo y leerlo. Queríamos sentir de nuevo la victoria de su concierto.
Y mira que peleo contra ello el muchacho. ¿Acaso pensaban que sus sonidos guturales no iba a aparecer? Claro. Debían, Lo hicieron. Demostrando que la laringe también es la voz, el cuerpo, la vida venga ésta lisa o curvada. Es Ibon.
El que cuela un trozo de Shellac en una de sus piezas. El que se viste de cantor difónico para expresarse en nuestro mundo atonal. Puro y crudo. Destemplado pero en tiempo. Primitivo y autóctono, porque a todas las tierras pertenece. Creativo en su paseo explosivo. Y atractivo, joder, claro. Que es Ibon.
Por eso sumando uno y otro, lo antiguo y lo conocido, podemos afirmar que vimos al mejor Ibon de todos. Y mira que hay muchos. Pero este ha saltado un peldaño. Tranquilos, ya volverá a chillar e improvisar. Pero dejadnos gozar de esta mezcla.