Breve guía de porqué Lorena Álvarez es la mejor del mundo

Nadie escribe como ella. Está en el maravilloso punto medio, ese “centro” tan buscado por los políticos y los comedores de pizzas. Habla llano, pero muy certero. Tiene letras de varias capas, desde la risa hasta el latigazo. Todo en la misma frase. Y tu te lo comes como un yogur líquido, sin enterarte. A veces pasa un rato y te paras y dices “hostia”. Otras llega a la primera. Ayer, en su concierto, me acordé de Gloria Fuertes, homenajeada por ser su aniversario (e igual por eso también me acordé de Mursego, ausente ayer). No llega a ese nivel de angustia transformada en comedia que sutiliza la agudeza. Pero no le anda lejos. Es tan difícil hoy en día buscar alguien que entone sencillo y claro y que se le entienda…

Es una persona especial. Siempre tiene una sonrisa, aunque ayer viniera a Donostia con pocas en teoría. Quizás fue un concierto más de “canciones” que de momentos. Las dos nuevas, por ejemplo, son un salto hacia arriba comparable a cuando Fosbury dejó de hacer la tijera. Ni Karen Dalton ni hostias. Älvarez hizo en “mapamundi” y “el arroz” (o algo así) una demostración de que también sabe hacer canciones con los pulgares. Que lo suyo es tradicional, vale, pero que eso también implica pucheros golosos y usar especias.

Si no la has visto nunca, te gana. Si la has visto ya, te vuelve a ganar. Y si la ves siempre que puedes, te sigue ganando. Es un win win perfecto. Sorprende la primera, encanta la segunda y maravilla las sucesivas. Ayer había sillas (por expreso deseo de la cantora) y tampoco frenaron los aplausos. Ayer la gratuidad lleno el sitio de paracaidistas, y todos sonrieron – lo de bailar es que no se estila aquí, Lorena- con esa frase, aquella entonación o ese juego de palabras Retorno a “Mapamundi”. Algo tan mundano que lo puede hacer cualquiera, pero que solo se le ocurre a los buenos.

Porque inspira. Poca gente hay en el mundo que te invite como ella a seguir la rueda de la creatividad. Eso que parece tan fácil en Lorena es realmente complicado. Pero que me parta un rayo si después de cada uno de sus actos musicales, esos magníficos momentos de sencillo acompañamiento,  no he querido ir corriendo a casa a canturrear, a sacar una de sus canciones o cambiar letras para hacerlas más comprensibles. Sonriendo, claro.

Hace calendarios. De bolsillo. En 2016. En La Alhambra. Usando los ropajes que hay para turistas. Luego se cambia un trabuco por una guitarra antigua con photoshop y listo.