Aizkolaris, eucaliptos, Blur y Wilco

La teoría del eucalipto, que tan bien conocen en los quemados montes galegos, habla de esta especie invasora que debe nutrirse de agua en elevadas cantidades para dar resultados en un corto plazo de tiempo, arrasando con lo que tenga a su vera. En su analogía cultural estarían los (macro)festivales de música actual

Nando Cruz y Jon Urzelai se acercaron a Teila Fabrika de Donostia para “hablar de su libro”, dos análisis críticos de este modelo de negocio que tanto brillo ofrece sobre el escenario y tantas oscuridades intuye cuando se apagan las luces de los más de 1500 festivales musicales que hay España.

En mensajes cruzados y complementarios, amplios y locales, catalanes, vascos o mundiales los dos ponentes fueron lanzando ideas que completaron una foto de charter barato, sombrilla de playa y habitación de hotel. De sus ideas, las lanzadas por los presentes y las mías me quedé con esto:

Se charló del Woodstock Nation de Abbie Hofman y su enfoque social, agitado y revuelto, de Vietnam y las luchas raciales en un festival donde lo importante era el poso social.

Se tocó la “euskaltasuna” o vasquidad y su evolución en estas lides. De la protesta greñuda y alegal de los 70 al paso del punk en los 80. Hoy “lo vasco” son un aizkolari cortando un coche durante el festival, poner a un pelotari en el cartel.

Lo «basque» hoy es una marca de peso turístico. Un sistema completado por el cemento (Guggenheim y BBK Live, Forum y Sonar/PS), otras por fastos anuales (Capitalidad cultural) o por terrenos pantanosos que queremos ablandar (Bay of Biscay). Y a veces apoyado, al menos un poco, en el idioma. Caso de la Durangoko Azoka, que te cobra 1000 euros por stand y te invita a dar conciertos gratis.

A fin de cuentas, ¿Qué es un macroevento?. Es un examen físico y síquico. Un recorrido de elecciones (Qué ver, ir pronto o tarde para llegar mejor al cierre, ir a la barra o no, ver a Blur o Wilco, picar de los dos pero caer en canciones reguleras). Y que luego no moja a los pisos inferiores: En Benicassim, ciudad de 3 certámenes gigantes, solo hay un bar para 50 personas que monta conciertos.

Presentándose a lo grande en ferias como FITUR, anunciando allí los nombres de las bandas de sus carteles (y cárteles) y no en la habitual rueda de prensa con el político local/regional. Buscando el límite del experimento de la mermelada (not Ricky Martin, yes estanterías de supermercados). Tapando, que aquí no se dejan prisioneros, otras formas de entender la palabra “cultura”.

¿Y dónde quedamos los que usamos la MUGI/BARIK con foto? Lo macro es una etapa más de la “ciudad para consumir” donde el local es parte del decorado. El figurante, parte del decorado, le da el exotismo, como bien decía Ander Izagirre.

Somos humanos que quedan lejos de las ofertas especiales (en UK los abonos para el BBK Live, evento con un 20% de subvención pública, se vendían en su día más baratos que aquí). Fuimos la base de los primeros macroeventos (8000 personas) y ahora nos acompañamos de guiris (+ del 50% en el Primavera Sound) y gente con pastuqui que suelta 350 euros, cuando no 600 por la zona VIP, por asistir a esta consecución inabarcable de pedales y sintetizadores. Todos los asistentes unidos, eso sí, por el Suicide Tuesday, que fue mi palabra del día

Solo queda recomendar comprar/devorar/subrayar/pasmarse y si hay tiempo hace algo al respecto tras leer las fabulosas obras de Jon Urzelai y Nando Cruz, quienes dieron datos para tener una foto más amplia de los macrofestivales, sin culpar a nadie por ir a los mismos.