Isla de perros | sorrep ed alsi

La última de Wes Anderson va de perretes y es de animación. No de la de bailar en alegre biribilketa al son de la triki. De animación de hacer a mano cada movimiento del moñeco que hace de perro, o de humano, o de pulga. Rollo moderno, pero parecido a Wallace y Gromit, que para algo hay gente londinense que ha trabajado para ambos. Está mejor hecho que el “Fantástico mr fox” del mismo autor, eso también hay que decirlo.

Es una fábula sobre los animalicos caseros que (joder qué pasote la simetría de este plano) se ubica en Japón, lo cual hace bueno hasta un anuncio de fregonas calvas. Tiene sus puntazos andersonianos, como los haikus y frases sueltas que (joder qué pasote la simetría de este plano) sueltan aquí y allá. Que tampoco es Dreyer, ni se le espera. Ni tampoco es Zhang Yimou, aunque aquí vuelen cosas también.

Es una maravilla lo de los rumores, los flashbacks, el tránsito y algunos pasajes. Y todo lo que tiene que ver con ese país asiático tan maravilloso y loco. El tío la ha hecho en japonés, y traduce lo que le apetece, que eso siempre está bien. Pero igual pierde gancho según pasa el minutaje. O se haga algo larga. Aunque… qué pasote la simetría de este plano.

Hay un Juan C Orihuela en la producción que estaría bien entrevistar para algún medio potente. Y la música es una fantasía, tanto si suenan taikos como si se escucha ese pegadizo I Wont hurt you tan velvetiano.

Me dieron pena los niños presentes en la sesión. Que haya dibujillos no significa que (joder qué pasote la simetría de este plano) sea para ellos. Algo que parecía claro desde Beavis & Butthead. Lloro pensando en su emisión en TV, con los planos cortados cual porción pizzera. Aunque si algunos ya escuchan canciones en el móvil y no pasa nada, pues como para preocuparse por esto.