Atento a la siguiente parte

A mi lado el chico no dejaba de comentarme cosas: “Ese punteo es un homenaje a la opresión birmana de mediados del siglo pasado”, “¿Te has fijado en la chaqueta? Es puro Bowie”, “Atento a la siguiente parte, es un magnífico compendio de lo mejor que ha dado Francia en el pop de jardines en los últimos años”. Sobre el escenario una banda de rock aguerrido que castigaba sus guitarras y parches con la crudeza habitual.

Y a mi vera, en la sala, los espectadores repartían bajo los parámetros que les contaba al inicio: Un asistente, un comentarista. La organización, impecable en el trato a los allí presentes, nos había dotado de un “explicador” para que pudiéramos entender la obra en su totalidad. Como en Corea del Norte, pero sin ver a la gente sonreír todo el rato.

Si esto que les cuento es una autentica soplapollez a la hora de que disfrutemos de la música, ¿por qué se nos torna tan necesario cuando las obras se visten de elitismo? La cultura hay que disfrutarla siempre como lo hacen los niños pequeños: Me gusta, o no me gusta. Me aburre. Me flipa. Paso. Vaya rollo. Quiero más.

Sino es que no se explica/goza en sí misma