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Etiqueta: Sofiane Pamart

Sofiane Pamart: el pianista pop

Después del “concierto para privilegiados” – así lo ha definido el autor- que ofreció el francés Sofiane Pamart en el Jazzaldia del 2022 tocaba revalidar el éxito ante mayores audiencias. Rozó el lleno el Teatro donostiarra, con bastante gente venida del otro lado de la muga para asistir a la nueva parada del heterogéneo pianista.

Chocante en lo visual: Pendiente en la oreja, el pelo teñido y unos ropajes anchos que parecían unirle al pìano de cola que presidía la sala y que ayer se colocó tan escorado como el intérprete. Vacilón en los bises como no lo hemos visto ni en el trap. Y corriendo luego a la puerta a sacarse fotos y charlar con sus seguidores.

En lo musical hay que aplaudirle el enfoque. Lejos del férreo clasicismo, Pamart consigue estructurar una hora larga de concierto instrumental para oídos actuales apoyándose en la diversidad y las variaciones. Uno se acuerda en más de un momento de la partitura de la serie televisiva ‘Succession’. Y del cine. Lo fílmico tiene gran poso en un paseo que abre los paraguas de colores de Cherburgo o busca, y a veces encuentra, la fiereza del cine mudo en los embistes tormentosos.

Lo latino, muy presente en su último disco, brotó cuando quiso irradiar felicidad. La suma se completó con bastantes pasajes románticos. corcheas melosas, detalles italianos, preciosas inspiraciones de corte natural, ráfagas de rabia cuqui y segundos dramáticos. Destacando en los crescendos y posteriores frenazos, las piezas brillaron en las progresiones emocionantes y el gran respeto mostrado por la chanson francesa.

Película en blanco y negro

Intérpretes: Sofiane Pamart (piano). Lugar: Museo San Telmo (Donostia). Día: 23/07/2022. Asistencia: unas 200 personas

La asistente de la entrada nos dijo unas palabras cada vez más mágicas: “está prohibido sacar fotos o grabar vídeos”. Música celestial. Y no porque seamos muy tiquismiquis con la cuestión, que entendemos que a la gente le guste quedarse con un recuerdo del momento. Pero más allá de acatar la decisión de un pianista que actúa solo en un sitio tan respetuoso, la frase de la trabajadora nos recordó que los conciertos son para vivirlos, entrar en ellos y viajar con la música sin esos despistes modernos de móviles o pintxos sobre bandejas.

Nosotros fuimos aplicados y aceptamos la invitación a soñar que nos lanzó un Pamart de modernos ropajes. Parecía un boxeador o un cantante de trap: gorra roja, estampado kimono de idéntico color y zapatillas reflectantes. No es casual que el de Lille colabore con marcas famosas y caras.

Mas eso dio igual. Nosotros cerramos los ojos y nos montamos nuestra propia película. O, viendo la breve duración de cada uno de los movimientos (para el minuto 15 ya se había comido 5 piezas), bien podría ser una serie de varias temporadas. La mía se llamó “Ideal parejas”, como los anuncios de los pisos pequeños. Temática actual pero espíritu antiguo, en blanco y negro como las teclas del piano. Más cerca de “Los Paraguas de Cherburgo” que de los telefilmes con los que siestean el fin de semana.

A lo largo del concierto viajamos por el romanticismo y sus variaciones, nos acercamos a la Francia sonora (para felicidad de los colegas francófonos presentes), nos zambullimos en momentos trágicos, travesías oníricas, instantes despechados y amaneceres preciosos. Muchas veces sin salir de un mismo tema, bajo el concepto popero de la brevedad y la sencillez. El público le despidió en pie entre silbidos y “bravo”s como estrella que es, que estar en el top de escuchas de Spotify no está al alcance de cualquiera.