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Etiqueta: Peachy Joke

Jazzaldia 2012: El jazz del pescador

La fórmula no falla. Llega el fin de semana y la gente se echa a la calle para ver los conciertos gratuitos que el festival donostiarra ha programado en los distintos emplazamientos. Pero el buen tiempo o la gratuidad de la entrada no se bastan por sí solos para llenar espacios tan amplios. Hace falta ofrecer buenos alimentos. Y en eso el Jazzaldia sigue sin fallar.

Primero de manera física, con los distintos y concurridos stands de comidas -y bebidas- del mundo situados en la zona trasera del Kursaal. Y, por supuesto, de forma sonora. Porque el sábado a la noche hubo muchas ocasiones para el disfrute de los sentidos.

Genís Bagés Trío entregó una excelente sesión del jazz más libre en el escenario Coca Cola. Sus rápidos golpeos hicieron las delicias del numeroso público asistente. En el Espacio Frigo, Ray Gelato y su orquesta ofrecieron en el primero de sus pases (repetían ayer a la tarde) una sesión llena de elegancia y swing. Debieron quedar satisfechos, porque luego varios de estos intérpretes se dieron un garbeo por los bares de la zona.

En la Terraza Heineken los franceses Sofian Mustang congregaron a un buen número de gente. Su pop con trompetas fronterizas y aires festivos caló entre el respetable. Más que las cuatro gotas que cayeron en el concierto de Jonathan Wilson, realizado en el escenario principal. Su tercera visita (ya pisó la arena de la Zurri con la entente Dawes /Jackson Browne y volvió a principios de este año para telonear a Wilco en nuestra capital) fue la más acertada. Su único disco es un perfecto compendio entre la tradición californiana de bellas armonías y el folk más pausado. Y su defensa sobre el tablado, acompañado de unos músicos de aúpa y con largas composiciones que a veces se escoraban hacia lo sicodélico, resultó tan bella como sugerente.

La Habitación Roja: Pop de reloj

Hay un axioma no escrito -y sí muy aplaudido- entre las bandas británicas. Sea cual sea su añada, su trayectoria profesional y sus variaciones de estilos, componentes o melodías, ninguna formación que se precie debe superar los 50 minutos de concierto. Dicen que ése es el tiempo que se puede atender de manera activa a lo que escucha sin pensar en sus quehaceres de mañana.

A esta cuestión se le pueden poner mil trajes en las variadas tertulias de barra. Pero si esa máxima es válida en el país del eterno pop naciente, qué les voy a decir sobre estas tierras nuestras. Sobre todo si eres indie, alternativo, paralelo a la industria masiva o como quieras etiquetarte. Mismo da que tengas ocho discos (caso de La Habitación Roja) o que estés aún gateando, como es el caso de los guipuzcoanos Peachy Joke. Hay que ser claro, conciso. Y breve.

Los de Tolosa lo fueron. Presentaban nuevas pintas melódicas y textiles, abandonando el pop rock medio británico medio norteamericano para abrazar cual oso el blues rock de carretera y manta. Su viaje existencial a Barcelona, buscando el profesionalismo ejecutante, les ha movido un pelo hacia los garitos con redecilla delante del escenario y mucho traqueteo guitarrero. Nada nuevo por estos pueblos, pero si se hace bien es gozoso.

La Habitación Roja arrancó dando buen ejemplo de sabiduría. Con temazos como soles para agarrar del cuello a los espectadores y dejarles con la boca abierta. Sacudiendo la tenue irrelevancia de su nuevo disco con una puesta en escena intachable. Dando un puñetazo sobre la mesa para reivindicar sus virtudes.

Claro que, en caliente, el dolor no sale hasta transcurridos unos minutos. Unos 50, canción arriba canción abajo. A partir de ese momento, y potenciado por un postrero bis excesivamente acústico, los temas de los valencianos comenzaron a sonar ligeramente repetidos. Un déjà-vu melódico que hizo sacar los galones a los fans. El resto fue poco a poco volviendo a la tierra (traducción: abandonando la sala), pensando en sus obligaciones diarias o rellenando mentalmente su maleta de Semana Santa con bañadores y rebecas.