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Categoría: Críticas de conciertos

Dorian: oscuridad brillante

Intérpretes: Marc Gili (voz, guitarra), Belly Hernández (piano, voces), Lisandro Montes (sintetizadores), Bart Sanz (bajo), Robert Gibiaqui (batería). Lugar: Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Día: 05/11/2022. Asistencia: unas 500 personas.

Tras superar unos problemas que retrasaron el inicio diez minutos, el quinteto catalán Dorian tomó el escenario del Victoria Eugenia con esas melodías oscuras que poco a poco van iluminándose estilística y físicamente: el juego de luces no desentonaría en uno de esos festivales en los que tantas veces tocan.

Se intuía, se sentía, el cariño por la dark wave de hace unas décadas. Se olía a Depeche Mode (‘Duele’), Joy Division (‘Verte Amanecer’) y Bauhaus (‘Mundo perdido’). Pero aquellas sombras ahora son latinas (‘Arrecife’), tórridas (‘Dual’) y cercanas al eurobeat (‘Vicios y defectos’). Guiñándole al R’n’B (‘No dejes que pase el tiempo’) y con un pie y medio en los eventos de estadio (el sonido de la batería, piezas como ‘Dos vidas’).

Las letras románticas de raíces poco profundas sumaron en unos asistentes que lo corearon todo y se levantaron de sus asientos a partir del segundo corte. Jalearon sus éxitos (‘La isla’, ‘Cualquier otra parte’), gozaron de las melodías en catalán (‘Universal’) y disfrutaron del enfoque festivo-bailongo del grupo.

Café Quijano: los Inmortales

Intérpretes: Manuel Quijano (voz), Óscar Quijano (bajo), Raúl Quijano (guitarra) y una formación de cinco miembros. Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Día: 29/10/2022. Asistencia: unas 900 personas.

20 canciones y más de dos horas para los más aguerridos seguidores del grupo de León. Café Quijano no se dejó nada en el tintero en un concierto que comenzó de manera elegante con ocho boleros. “Dicen que de una pena sale un bolero. Y nosotros llevamos tres discos”, dijo el simpático Manuel Quijano en una noche en la que nos contó que su abuelo había vivido en Ordizia.

Tras el arranque llegaron los momentos pop-rockeros de inspiración latina y letras canallitas. Un aura de estribillos enlazados que ha llegado, más abierta y difusa, hasta los temas del último CD ‘Manhattan’. El estilo que les hizo famosos ha palidecido un poco, envejeciendo como el film “Los Inmortales” ante las avalanchas melódicas actuales.

La velada también tuvo arrebatos heavies (‘Dame esa boca’), influencias palpables (The Eagles en ‘El Arte Del Teatro’, Andrés Calamaro en ‘Solo te puedo decir’), gente moviendo los brazos como si estuviera haciendo gimnasia en la playa, una retreta final que no olvidó ningún éxito (‘Nada de ná’, ‘La Lola’,…) y un público que abandonó el lugar encantado de la vida.

Argiartean: Picoteo de luz y sonido

Programa: Actuaciones musicales con visuales, instalaciones, cine. Lugar: Jardín De La Memoria (Donostia). Día: 07/10/2022. Asistencia: decenas de personas.

En el Jardín De La Memoria arrancó ayer Argiartean, certamen gratuito que une conciertos e instalaciones artísticas. El festival comenzó con una propuesta multidisciplinar: Puy Barral ofreció su poesía susurrada y directa. Garazi Navas puso el acordeón de inspiración vasco-portuguesa y espíritu aperturista. Rebeka Elizegi trabajó sobre la fantástica pantalla que ofrecía la pared de la iglesia de Iesu jugando con pocos elementos muy combinados.

Hubo tiempo para disfrutar de las instalaciones artísticas instaladas en el lugar y disfrutar del cine con “Zinetxita”, la bicicleta con pantalla adosada que ofrecía una colección de cortometrajes experimentales vascos.

Dotore y Resilence ofrecieron la segunda actuación del día. El popero local puso la encantadora luz de sus melodías mientras los catalanes construyeron un portentoso montaje lleno de sugerencias. Argiartean
continúa con su programación hasta el domingo con autores como Beñat Achiary, Joseba Irazoki, José Antonio Sistiaga, Lluch e Inesfera.

James Rhodes: un homenaje muy cariñoso

Intérpretes: James Rhodes (piano). Lugar: Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Día: 06/10/2022. Aforo: lleno, unas 900 personas. Programa: Dedicado al compositor Frédéric Chopin.

James Edward Rhodes (Londres, 1975) atravesó el escenario para sentarse en el piano colocado en la mitad. Bajo la luz cenital vimos sus vaqueros, las zapatillas y la sudadera de corte universitario con las letras “Chopin” en su frontal. Y se dispuso a interpretar, sin mediar palabra, la primera de las piezas. Buscando remarcar que él vino a su querida Donostia, la ciudad “cuyos pintxos me han dejado más rechoncho que nunca”, a expresar su amor por la música del autor polaco.

Al final de esta primera interpretación, trágica y romántica como lo serían muchas de las posteriores, el español (se nacionalizó en 2017) aprovechó estos momentos sin piano para lanzar detalles de la vida del compositor (“era el puto amo pero un poco gilipollas en su vida personal”) y la influencia de sus partituras en la creatividad. Sabiendo salir de momentos incómodos con comentarios cercanos y comedidos (cuando sonó un teléfono en la sala comentó “¿es para mí?”).

La música llegó respetuosa. Buscando destacar la belleza del original, fue una fiesta de claroscuros vertebrada alrededor de la ‘Sonata Nº 3’. Perfecto resumen de una noche que tuvo teclas de amor y tormentas. Su nueva visita al Victoria Eugenia fue adorable y atenta, con muchos aplausos y gente feliz.

Donostia festibala: ellas marcan el paso

Marlena fue la cal y Melendi la arena en la última jornada del rejuvenecido festival musical guipuzcoano.

Descansaba Lasarte la tarde de ayer. Su fin de semana ha estado lleno de actividad, con una feria medieval en sus calles y la fiesta de despedida de uno de sus vecinos, Arteaga II, de la pelota profesional. En el Hipódromo el Donostia Festibala celebraba su ultima tanda de actuaciones. De camino al recinto nos cruzamos con furgonetas en modo “picnic previo”, con mesillas repletas de gente acicalándose. Chicos y chicas que podían darse un último retoque en la peluquería que la organización puso a disposición de los asistentes.

La oriotarra Intza inauguró el sábado festivalero. De blanco angelical y acompañada de una banda de 5 personas, destacó cantando en los tonos altos y en sus viajes a la música de los 50. Hubo pop de gusto vasco y baladas de final épico. Idoia Azurmendi arribó después con canciones folk calmadas. En fabulosa compañía musiquera la joven alavesa le entonó al mar y a Castilla (con giros a lo Ana Belén), tiró de refranero y atacó una bossa al estilo Musikene. Cantándole a los corazones, a Maurizia y a Maialen Lujambio.

Los siguientes Veintiuno montaron un jaleo muy jaleado. No dejaron ni un segundo para el descanso, con letras pegajosas y estribillos cuasi perfectos. Ubicables entre el rock nacional y las guitarras festivaleras, se acercaron a los años 90 y se cubrieron de tonos sintéticos. Animosos y atrevidos, buscaron con éxito que la gente se lo pasara bien.

Lo del trío Marlena fue una cosa floja. Con sonidos que iban y venían en la misma canción, guitarras mal tocadas, demasiadas versiones y mucha charla en las pausas. Su tirón virtual – tienen más de 15 millones de escuchas en internet- necesita más trabajo si quiere alcanzar el éxito convencional. La posterior actuación de Sofia Ellar nos reconcilió con el mundo. La cantautora llegó con banda para defender un pop-rock mainstream más clásico que un jersey de pico entre letras de amoríos.

Melendi era el gran foco de la jornada. Al profesor de los televisivos programas de versiones le tocaba examinarse. La audiencia estaba de su lado en lo que fue hasta ese momento la mejor asistencia del día. Un público adulto que gozó con el salto de calidad/seriedad de un autor ayer acatarrado – no se notó tanto- que tiró de letras actuales (COVID y redes sociales, por ejemplo) y éxitos pasados para ofrecer un concierto feliciano muy serio.

Dejamos a la chavalada ansiosa por las últimas formaciones del cartel (Stay Homas, Bulego) mientras estas líneas viajaban a la redacción. Donostia Festibala este año se ha abierto de miras, se ha acercado sabrosamente a la paridad sobre el escenario – a ras del suelo ellas fueron mayoría aplastante- y ha conseguido bajar la media de edad de anteriores ediciones.

Donostia Festibala: las nuevas generaciones responden

Lola Indigo y Nøgen destacaron en una primera jornada de un certamen variado dirigido al público joven

El renovado Donostia Festibala regresó ayer al Hipódromo de Zubieta dando un vuelco a su estilo. Su propuesta, que buscaba bajar la media de edad de estas citas, va del trap al pop comercial más adulto. ¿Y fue positiva la transformación del cartel?¿Hubo más gente que otros años? Imposible saberlo al detalle. La organización anunció que dará los números totales una vez finalizado el fin de semana.

El montaje físico del Festibala se aligeró respecto a ediciones anteriores. El meollo se ubicó de nuevo en el interior del óvalo, verde y algo mullido para nuestras posaderas. Un escenario grande y otro cubierto por una carpa ofrecieron las distintas actuaciones. A su vera se colocaron los baños, los puestos de comida de combate (pizza y perritos calientes. Nada más sofisticado que eso), una peluquería y una fuente para beber agua gratis.

El evento contó con mayoría de gente joven desde el arranque. Para muchos de ellos fue su primera “experiencia” en estas lides. Anette Egiguren e Iraila Urbieta, ambas de 16 años, llegaron desde Azkoitia. “Es nuestro primer festival, y nos han traído en coche porque volver luego es complicado. Tenemos el abono para los dos días y de hoy no nos vamos a perder a Lola Indigo ni a Nil Moliner. Una pena que haya tan poca gente aún”, afirmaron. El tiempo les confirmará que normalmente a primera hora no hay tanta gente viendo las actuaciones.

En la sección creativa la cinta se cortó con la actuación de Julen. Desde Eibar y en formato banda, su pop desvergonzado fue toda una sorpresa. Un estilo que tan pronto colaba el famoso “Happy” de Pharrell Williams como se tiraba a lo épico, picaba del glam, se acercaba a Izaro o paseaba por el funk. Cantando en los idiomas de la ESO (euskera, castellano, inglés), su optimismo vital fue un remarcable estreno.

“Nos ha gustado”, confirmaba Jessica Curto, la portavoz de un grupo de varias familias donostiarras que se acercó a Zubieta con sus hijos e hijas. Hay que recordar que los menores de diez años, una vez firmados todos los permisos de turno, acceden gratis al recinto. “En realidad nos han traído ellos, les encanta Nøgen. Nos gusta cómo está montado el evento. Estuvimos en su día en Igeldo, pero esto es otra historia. Solo esperamos que no llueva”. El cielo, digno de un cuadro de un pintor romántico, permitía todas las respuestas posibles.

Tras ellos llegó Andrea Santiago y sus melodías oscuras e íntimas con toques electrónicos, algún arrebato post-rock y bastante canción de habitación ahora más acompañada. El oiartzuarra Bengo tomó el relevo con su pop urbano euskaldun de sonido global y tiempo tranquilo. Se acompañó de algunos sampleos (Diplo, Nirvana, ¡el aviso de llegada del Topo a Oiartzun!), se acercó al Rock Radical Vasco – no fue su mejor tema- y confirmó que tiene tirón por nuestra tierra.

Nøgen fue la primera gran reunión popular del día. Su pop-rock con ukelele funciona muy bien en estos espacios amplios. Tirando para el country animoso, la romería actualizada, las baladas de grandioso final y el folk norteamericano más bailarín, el quinteto donostiarra despidió su año sobre los escenarios repartiendo felicidad entre un respetable que le coreó hasta las toses. Tras ellos Marlon demostraron que El Canto Del Loco y Pereza cuentan con buena sombra. El mensaje canallita y algo Cayetano del quinteto asturiano, ya conocido para los más paseados, continuó con la fiesta entre el público más juvenil que conectó con el mensaje despreocupado de la banda.

Lola Indigo llegó como un ciclón con un espectáculo mayúsculo. Desde el primer segundo el montaje impactó cual tormenta de verano con luces, bailes, canciones, pantallas, plataformas y movimientos. Su Trop (trap + pop) de variaciones latinas brilló y asombró en un show en el que no faltaron muchos de sus temas más conocidos. Lejos de esta crónica de urgencia quedaron los últimos minutos de Indigo, la parranda a dos voces de Arnau Griso y el cierre final con la actuación de Nil Moliner.

Un final maestro

El experimentado pianista Herbie Hancock puso el broche de oro a la variada y exquisita programación del Kursaal

Cerraba el Jazzaldia su programación kursaleera de la edición 2022 con la actuación de un maestro, Herbie Hancock. La velada del insigne norteamericano de apenas 82 años finiquitaba un listado de músicos variado y certero en una sucesión que tuvo sonidos fronterizos (Calexico), barítonos con el alma a flor de piel (Gregory Porter), experimentos digitales (Yann Tiersen) y la cita histórica de un hombre de rock en plena forma a sus 74 años (Iggy Pop).

Viejo conocido de un festival que ha pisado hasta en siete ocasiones (en 2006 fue Premio Donostiako Jazzaldia), el pianista de Chicago llegaba a nuestra costa en formación de quinteto. “Vosotros sois el sexto miembro de la banda” dijo señalando al respetable en una de sus múltiples intervenciones. Simpático y amable al micro, de las distintas opiniones que expresó sobre sus canciones, la sociedad y los recuerdos me quedo con dos divertidas frases: “¿Sabéis quién se lo está pasado bien? ¡Yo!” y “hay que educar a los niños en esta música porque así podrán disfrutar de ver actuar a un Herbie Hancock de 200 años en el futuro”.

En lo estrictamente musical la formación tuvo mucho espacio para expresarse, ya fuera en formato de solo o con huecos propios en las largas composiciones que sonaron en la tarde del lunes. El batería demostró con su pegada que puede tocar con Marc Ribot. El trompetista, que adaptó para la velada el ‘Footprints’ del también “joven” Wayne Shorter, fue un dechado de elegancia y fuerza. El guitarrista dio el toque africano y de beatbox en unas ejecuciones mayúsculas. Y el bajista, fantástico en todo momento, se destapó en una sección final en la que tuvo el maravilloso “detalle” de, en mitad de su solo post-pop, replicar el sonido del móvil que acababa de sonar entre el público.

Herbie Hancock se lanzó presto al alambicado medley con el que arrancó el set, una travesía que tuvo puntos de ciencia ficción, pinceladas de un ‘superfly’ jazzy, cierta contundencia rock y preciosos momentos de supuesto caos. El pianista jugó con el “vocoder” de ‘Come Running To Me’ demostrando que Daft Punk le deben cuarto y mitad de su fama. Le puso bien de frenesí a las carreras veloces por el piano y recuperó la gozada jazz de sus The Headhunters titulada ‘Actual Proof’. El norteamericano acabó echando mano del Keytar, instrumento con el que bajó a donde los 1800 asistentes, entregados y en éxtasis con los temas finales ‘Cantaloupe Island’ y la funky ‘Chamaleon’ en una cita que sobrepasó las dos horas de duración.

Publicado en El Diario Vasco

Variaciones Mezquida/de la Rubia

Intérpretes: Marco Mezquida (piano, órgano Hauptwerk), Juan de la Rubia (órgano Hauptwerk, piano). Lugar: Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Día: 25/07/2022. Asistencia: Lleno, unas 900 personas

El Teatro Victoria Eugenia ha sido durante estos días sede de programas diurnos en los que han participado interesantes formaciones de aquí y de allá: Berta Moreno, Oreka TX, Daahoud Salim Quintet, Carlos Sardui Quartet. … Pero todos los fuegos artificiales necesitan su traca final como bien saben los amantes de la Semana Grande. Y ésta vino con el magnífico dueto Marco Mezquida / Juan de la Rubia.

El primero necesita poca presentación. Seis veces seis ha pisado nuestro certamen y en todas ha dejado un superlativo sabor en boca, como dicen los enólogos. El amante del txakoli (ayer mismo nos invitó a tomar uno si nos topábamos con él por la calle) es un fijo en la cartelera festivalera. Y esperemos que lo siga siendo por muchos años.

Quizás más desconocido sea Juan de la Rubia, organista titular de la Sagrada Familia de Barcelona. El profesor de improvisación se mostraba encantado de la invitación: “Nunca pensé que como organista fuera a actuar en un festival de jazz”, dijo con una sonrisa. A lo que Mezquida le correspondió con un “Ya, pero este no es un festival de jazz cualquiera”.

No lo es. Por momentos como el “Bach & Foward” de Mezquida & de la Rubia. Desde el título del evento se vieron las ganas de juego partiendo de la magna obra de Juan Sebastian Bach. Fueron 90 minutos de música ininterrumpida. Paseos por las arias, los preludios, las Variaciones Goldberg y las Pasiones de San Mateo. Ejecutadas frente a frente, sentados los autores en sendos pianos de cola. Con De La Rubia ofreciendo la labor de mantener el caparazón y Mezquida apoyando y sosteniendo mientras se lanzaba libre.

Fue una cosa excelente, excelsa y reconfortante. Visitando las tragedias sonoras del compositor germánico con finura y frescura, aprovechando los interludios para añadirle variaciones personales. Variaciones Mezquida/De La Rubia que viajaron desde el blues al jazz sin poderse evitar las ganas de tocar directamente las cuerdas del piano con las manos.

La mañana tenía otra curiosidad en forma de órgano de iglesia de viaje. Un instrumento llamado Hauptwerk por ser ese el software que permite crear un órgano de tubos de cualquier teclado digital. Su gravedad y profundidad resultaron esenciales para los momentos dramáticos de las interpretaciones. En resumen: una cita, otra, de Mezquida rayando a gran nivel aunque la propuesta pareciera demasiado clásica con la aportación tan necesaria como satisfactoria del teclista apellidado de la Rubia.