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Mes: marzo 2009

Joserra Senperena: Poemas negros

Negros como el carbón, negros como la noche sin estrellas, negros como los viejos golpeadores de jazz, como un callejón al que una tenue luz no evita la sensación de peligrosidad, como la humanidad impersonal e individualista de una metrópoli o la vitalidad de una gran fiesta. Como los poemas que te atrapan en un agujero. Negro.

Así fue la atrevida y deliciosa interpretación que Joserra Senperena hizo la noche del pasado viernes del poemario Dardaren interpretazioa de Harkaitz Cano. Una versión que mantuvo el aspecto instrumental del CD (En Lugaritz no hubo espacio para las presentaciones más allá de las formalidades) editado en la disquera guipuzcoana Gaztelupeko Hotsak y concebida como visión personal que viaja en paralelo a la obra impresa.

Una adaptación a la que el autor original dio su visto bueno, apareciendo en la parte final para leer su poema gereziak al que le siguió, ya como cierre de velada, la correspondiente armonía musical. Pieza que, lejos de tirar hacia el folklore balcánico como podría presuponerse, siguió por los arrabales por los que había transcurrido la noche.

Gora Japón, The Legendary Tiger Man, Spectrum: Explosiones celestiales

Interpretes: Gora Japón, The Legendary Tiger Man, Spectrum. Día: 26 marzo 2009. Lugar: Sala Gazteszena (Donostia). Asistencia: unas 300 personas

Sonic Boom, el integrante del grupo seminal Spacemen 3 que ahora vuela bajo galácticos nombres como E.A.R. o los Spectrum con los que pisó Donostia el pasado jueves, tiene un disco titulado “Highs, Lows and Heavenly Blows”. Que en castellano podría traducirse como “subidones, bajones y explosiones celestiales”. Un título que nos va como un guante para resumir la velada de la sala Gazteszena de Egia.

Abrieron fuego los potentes Gora Japón. El dueto giputxi-vizcaíno gasta mucha mala baba rockera, en una suerte de revisita a la propuesta de White Stripes pero con unas miras mucho más amplias.

Tan pronto le roban un par de riffs trogloditas a los Rolling Stones como se pasan a una oscuridad casi trip-hopera o le arrean duro a sus instrumentos (batería y guitarra, para más señas) entre voces medio chilladas medio cantadas que no se sabe si se expulsan en inglés o en euskera. Lo suyo fue descuartizar los temas para que no haya ningún mínimo referente identificable por esa audiencia que aplaudió la propuesta.

En el segundo puesto (del cajón de medallas y del orden de aparición) colocaremos al Legendary Tiger Man, hombre orquesta de sonidos excesivos. Con una bruta ferocidad digna de un grupo novel, su propuesta de ¿blues? ruidista apabulló a la vertiente más canalla de la asistencia. Para el resto, un “sin más” pelín monocorde.

Y la estrella de la noche se estrelló. Flaco favor le hizo aparecer el último, porque Sonic Boom recopiló de su lista de composiciones los temas más ambientales. Al breve concierto le faltó la pegada animosa de muchos de sus grandes éxitos, y desechó las posibilidades de sus músicos de acompañamiento, quienes fueron maniquíes en los paseos del británico por las ruedas de sus cachivaches y teclados.

El anunciado repaso a los mejores temas de Spacemen 3 y Spectrum con formato banda se quedó en triquiñuela de su responsable de prensa. Tan sólo ‘Transparent Radiation’, y en formato Nescafé (descafeinado), amén de un cierre guitarrero que nos hizo preguntarnos el porqué de tanto eco anterior, destacaron de un concierto cercano a las vaporosas tonadas actuales del músico de Derby. Ondas demasiado desubicadas a esas horas y tras aquellos enérgicos conciertos previos.

Lo mejor, como suele pasar en estas ocasiones, fueron los comentarios de la rumorología local, a toda máquina por lo espacial de la oferta de ecos y ambientes de aquel chill out de after.Que si Sonic Boom es un potentado que vive en un castillo, que si el segundo guitarrista llegó a pisar la capital guipuzcoana pero que por un enfado tomó esa misma tarde el camino de regreso a casa.

Elle Belga:»1971″

Elle Belga
1971
Acuarela discos

Hazlewood/Sinatra o Dean & Britta ya tienen hermanos en Gijón. El antiguo cantante de Manta Ray José Luis García limpia el sonido de polvo y paja rockera.

Aliado con Fany Alvarez (Fany y los Dandys) entrega un debut que, sin renovar la forma de hacer las canciones del autor asturiano, presenta una gran relevancia lírica, sencillas y directas estructuras, cierto regusto angustioso en algunos cantares y una elegante aura de folk norteamericano/asturiano.

Wish Me Luck Mockingbird: «Days Come and Go»

Wish Me Luck Mockingbird
Days Come and Go
Blow Up Records

Ahora que el sol retorna de manera más o menos constante a nuestra atmósfera recuperamos el vitalista primer trabajo de esta banda sueca que toma su nombre de una obra de Charles Bukowski.

Extraño, porque lo suyo es el pop optimista e “indie”: Belle And Sebastian (“You´ve got a friend to lean”), Bright Eyes (“Summer again”) o Simon & Garfunkel (“Pictures”). Suecia sigue en plena forma.

La Bien Querida: «Romancero»

La Bien Querida
Romancero
Elefant records

Bello salto sin red de la madrileña Ana Fernández-Villaverde. Tras unas maquetas plenas de elegancia, tan dulces como intimistas, la prioducción de David Beef ha deparado un resultado más arreglado, menos naif.

A ratos recargado, otras bien detallado, el debut de la banda ha querido (y sabido) escapar de los tópicos más pimpollos para hacer un disco adulto. Y lo ha conseguido.

Joseba Irazoki, Saioa: Nudos simples


Intérpretes: Joseba Irazoki (Guitarra, banjo, voz), Saioa (guitarra, voz). Lugar: Sala Imanol Larzabal (C.C Lugaritz, Donostia). Día: 27 febrero 2009. Asistencia: unas 70 personas.

Se prometía feliz y gozosa la noche del pasado viernes en el Lugaritz donostiarra. Dos de los artistas vascos más interesantes, encantadores, emocionantes y, por ende, poco conocidos se unían por vez primera sobre un escenario.

Sobre un espacio simple pero engalanado con mucho mimo, con ovillos rojos de lana guiando al asistente a los asientos desde la misma entrada al recinto y decorando los focos que iluminaban de manera tenue la sala, la pareja de la noche se mostró muy desenfadada en las presentaciones. Eternamente risueño el, sencilla ella, como si estuvieran invitando al salón de su casa a los espectadores.

Saioa y Joseba Irazoki prometían enredar en repertorio ajeno (“Korapilatuak” era el nombre de la cita) para ofrecer nuevos puntos de vista a unos temas cuyo camino individual ya era muy atractivo.

¿Consiguieron los autores su objetivo? Pues deberemos decir que a medias. Porque el famoso vínculo de hilos no hizo un jersey de muchos colorines, sino un nudo simple, de esos de prisión de juego infantil, demasiado fácil de soltarse.

Para nuestra desdicha, que imaginábamos mentalmente a Saioa navegando simple y expresiva por los temas de Irazoki, y a Joseba enrabietando las canciones de la dama de Legorreta, cada músico ejecutó sus propios temas y contó con sencillos acompañamientos a cargo del contrario.

Unos complementos que tuvieron su parte acertada. Los juegos vocales fueron de lo mejor de la noche. “Sasitza naiz” o la canción que les unió por primera vez, el “Itsasoa” presente en el último disco del navarro, fueron muy bien recibidos. Contar con Saioa al micro que te acompaña es un seguro de vida y un plus de calidad.

Ella es pura energía interna, emoción vocal que sale desde lo más hondo de manera innata y que es capaz de mantener boquiabierto al oyente aunque se casque un concierto a capella.

Lastima que el viernes, ante la presencia sonora del chico, se le viera un poco encorsetada, demasiado atenta a los movimientos de su compañero y en ocasiones algo tapada por los dibujos del banjo.

Todo ello sin desmerecer la capacidad vocal de Irazoki, cada día más suelto con esa particular entonación saltarina y un cuerpo muy expresivo. Pero donde el señor maravilla es a la hora de empuñar una guitarra.

La aportación que hizo a las canciones de Saioa enriqueció el habitualmente humilde rasgado de la autora guipuzcoana. Sus guitarrazos a lo Neil Young en “Adaskak”, golpeando las cuerdas moviendo el hombro, convirtieron el tema en un rudo y precioso paseo por la arena del desierto.

Tras un bis que incluyó una versión de Leonard Cohen y un cronómetro que se nos paró a los 75 minutos, la unión de músicos nos dejó un buen sabor de boca. Aunque los cabezones sigamos pensando que una verdadera fusión de creatividades convertiría la propuesta en algo memorable.