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Gabriel Gulian: “Los cantautores actuales me ponen muy nervioso. Son demasiado buenos, parece que nunca mataron una mosca”.

Hay momentos en la vida en los que los elementos se alinean contra ti. Por pequeños detalles, un trabajo o una situación pueden convertirse en una insalvable derrota.

En mi caso, dicho fraseado de rayos y centellas verbales se produjo en la entrevista con el músico donostiarra Gabriel Gulian, cuando mi grabadora dejó de funcionar nada más empezar la charla.

La solución estaba cerca. Boli, papel y dejar que las bellas melodías de “Nadie sabe nada”, el debut de este artista nacido uruguayo, sonaran de fondo. Doce temas grabados en Paris bajo la tutela artística de otro compatriota lujoso, Pajaro Canzani.

El autor edita su primer CD en solitario por su cuenta y riesgo (bajo la etiqueta de Klanian Records) y lo venderá exclusivamente por internet (www.gabrielgulian.com) al modesto precio de 10 euros. Y en sus conciertos, claro está. Con dos bemoles y un sostenido. “Internet te permite tener la oficina en casa. Y la web me permite abrirme al mundo. Todo son ventajas con este sistema”.

Claro que la web es un tubo que no para de escupir. Alejandro Diez, cantante de Cooper, afirmaba que “hay tanta información y el acceso a la música es tan sencillo que buscamos y escogemos nuestras canciones favoritas sin dar segundas oportunidades”.

Parte de esa saturación, de ese bombardeo informativo y consumista, se plasma en el título de los primeros pasos de Gabriel Gulian: “Nadie sabe nada”. Como canta en uno de sus temas, “vamos tras una luz que nadie sabe donde está”.

Ventas aparte, Gabriel deja claro que lo suyo es crear. Pero no le llames cantautor, por mucho que en la portada salga él solito. “Yo compongo y toco muchos instrumentos en mi disco. No canto contra el gobierno, ni a la paz y al amor. Además, los cantautores actuales me ponen muy nervioso. Son demasiado buenos, parece que nunca mataron una mosca”.

No se imaginen al entrevistado subiéndose por las paredes. Está tranquilo, habla rápido, parando para ahumar un poco su boca. En el fondo, es un agitador escondido entre encantadoras melodías. “Me gusta provocar, pero no al estilo punk. Lo mío es una provocación cultural. La cultura debe ser eso, incitación”.

Aunque sea donostiarra a pleno rendimiento, Gabriel aterrizó en Gasteiz hace ya muchos soles. Tocó con aquellos Potato festivos y reggae-skalaticos. De la música y su industria tiene muchas opiniones, siendo el inmovilismo la más dulce de ellas. “Las cosas están cambiando. Ya nadie compra un disco. Ahora Internet te permite acercarte al mundo. Tienen que cambiar la película. No hay que matar al que se baja los MP3. No es mas que un elemento de nuestra época”.

El contenido de “Nadie sabe nada” quizás les suene. El autor lo paseo por muchos bares antes de sentarse a grabarlas. “Me gusta subirme a un escenario sólo ante el peligro, y tocar si me apetece alguna canción de Los Beatles o alguna composición hecha el día anterior al concierto. En las presentaciones que ahora daré todo está más encauzado. Voy en formato trío, con Asier Holeaga a la batería, José Izagirre al bajo y Denis Balzaga a la percusión”.

Juntos presentarán el próximo miércoles en el Altxerri donostiarra (“el único bar en el que se puede ver y escuchar buena música, aunque a veces también sufrimos la falta de educación del público con sus voces elevadas”) este primer trabajo de aires latinos. Y perdón por lo de aires latinos. “Hoy en día todo es latino. Son gajes comerciales los que ahora ponen en el candelero a Shakira, a la cual no critico, cuando en realidad la música latina empieza en Argentina y acaba en Canadá”.

Gulian tocó en varios combos de aires sudamericanos: Tumbaito y La Ferretería del Son, antes de comandar el grupo Barraca Selva. “Pero la salsa murió. Y no sólo en Donostia, donde la única cultura parece ser la gastronómica. La música es cíclica, y ahora nos toca tragar música adolescente”.

“Nadie sabe nada” tiene esqueleto sonoro uruguayo, con estructuras de Candombe (música africana asentada en Montevideo desde el siglo XVII a la que los blancos añadieron guitarras) y Milonga (ritmo campero basado en la guitarra criolla). Pero no es un disco tradicional. Hay mucha apertura estilística: momentos casi jazzeros, un poco de samba diluida en pop, algo de soul “y una actitud rock. Partimos del mestizaje, donde las barreras rítmicas desaparecen”.

Tiene un cierto aire al más conocido Jorge Drexler. La misma suavidad, la misma cercanía, el mismo cariño cantando con ese acento sureño. “Drexler es el uruguayo que exportado sus músicas aquí. Puede que compartamos algunas formas de expresión comunes. El estilo rioplatense”.

En lo lírico la cosa también está bastante abierta. “Me apasiona leer, y eso me influye. Me gustan los poetas surrealistas, que no decían nada pero lo decían todo. No concibo mi música como enseñanza de unos valores. Sólo escribo canciones. En el fondo, no busco nada con mis letras. Son mi sicoanálisis particular”.

Concierto: Altxerri, 15 septiembre, 21.30 horas, gratis

Publicado enEntrevistas

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