Saltar al contenido

Semana Grande 2006: Quiosco abierto.

Pocos escenarios estarán tan aprovechados en esta Aste Nagusia como el del Quiosco Del Boulevard. A la mañana los niños corretean alrededor, en los juegos infantiles. Los pases empiezan a la tarde, con las bandas de música para los mayores.

Y a las 23.30, el oblongo emplazamiento se convierte en un cajón de sastre –que no desastre- en el que las actividades son bastante musicales y físicas. En su programación vemos bilbainazas, movimientos hip-hop, bailes de salón, tangos de rosa y chaqué y guitarrones mexicanos.

Actividades que buscan, más aún que en otros emplazamientos, atraer las miradas y los pasos de las marabuntas heladeras. Y a fe que lo consiguen. Nosotros nos pasamos por el Bule para ver la batucada de la agrupación Perfusión, y allí no cabía un alma.

Por eso quizás perdonamos a los señores mayores y familias de más de 5 miembros que no tuvieron reparo alguno en pisar jardines adyacentes para obtener “tribuna”. Luego no se me quejen de lo mal cuidadas que están las zonas verdes donostiarras.

Con Profusión pudimos disfrutar de un espectáculo de música y bailoteo, ejecutado por jóvenes a los que correr tras un autobús que se escapa no les debe resultar ningún esfuerzo. Vaya festival de la fibra que pudimos observar.

Allí nadie dejaba un pie o un brazo quieto. Sobre el escenario, queremos decir. Abajo, las palmas de rigor, los ritmos de aplausos a los que invitaban los músicos y un par de guiris que estaban opositando por si en Profusión había una baja. Lo habitual en Donostia, vamos.

Mención especial merecían las mozas que se contoneaban sobre el escenario. Y no lo digo por ser mozo yo. Su danza del vientre, o cualquier movimiento coral que hicieran apartadas de sus instrumentos, era simplemente alucinante.

En lo musical gozamos con los ritmos de 3 grandes tambores, un par de cajas de batería, 3 chicas tocando un instrumento de campanillas, un joven cuya pandereta debería llamarse pequereta por el tamaño y un timbal manejado por un maestro de ceremonias a un silbato pegado.

Todos vanagloriando los ritmos creados en las favelas brasileñas y popularizados por Carlinhos Brown. Una música tradicional contagiosa y animada con buen calado – visual – en nuestra ciudad.

Publicado enReportajes

Sé el primero en comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *