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Speedball Baby, Lost Sounds: Acción de grácias

Jueves 27 Noviembre
Lugar: Gazteszena
Entrada: Unas 250 personas

El jueves se presentaba rockero en Euskadi. Mientras en la capital de la Comunidad los británicos Spiritualized prometían melodías contundentes y repetitivas con luces estroboscópicas para deleite de sus seguidores, Donostia se vestía con sus mejores galas (a saber, frío, lluvia y viento, los modelos más empleados en nuestra ciudad esta temporada otoño-invierno) para recibir el concierto de dos grupos norteamericanos, Lost Sounds y Speedball Baby.

Los “sonidos perdidos” se encargaron de abrir fuego, con dos partes musicales bastante diferenciadas. Con una formación clásica de trío (guitarra, bajo, batería) y la compañía de una bella moza a los sintetizadores golpeando y berreando con soltura cuando la ocasión lo merecía, los primeros compases fueron muy gratificantes. Sonido garajero, de profundas raíces sesenteras briosas y contundentes, como el que propagó por los cinco continentes el grupo The Cynics.

Llegaban los Lost Sounds de Menphis, Tennessee, la ciudad del rey del rock Elvis Presley. Pero estos tipos poco habrán acudido a la casa dicho monarca para coger influencias. A lo sumo, para realizar sesiones de espiritismo y magia de diferentes colores. Porque en esta segunda fase de su actuación el guitarrista se pasó también a los teclados y los sonidos se oscurecieron cual nube de tormenta de nieve.

Un estilo casi gótico, por momentos épico, del cual no se desperezaron hasta el final de su show por mucho que la chica se asiera la guitarra y ocupara planos centrales. Como le suele suceder al equipo de futbol donostiarra, jugaron una parte bien y la otra menos bien.

Los Speedball Baby llegaban con un nombre fiero (speedball era y es la droga que se llevó por delante a John Belushi y River Phoenix entre otros, una mezcla explosiva de cocaína y heroína) desde la gran ciudad cultural de Nueva York. Siempre fue la gran manzana hervidero de músicas, y sus creaciones más guitarreras sufren una nueva explosión mediática con grupos como los Strokes, Mars Volta o los Yeah, Yeah, Yeahs.

Sería un error meter a los cuatro chicos de Speedball baby en ese saco. El cuarteto bebe de fuentes más clásicas, principalmente sones de los años 50, presentándolas de manera poco común. Al estilo de la Jon Spencer Blues Explosion, salpicando sus canciones de diversidad creativa, de momentos fieros y pausados sin haber acabado el propio tema. Y quizás su sombra fuera demasiado alargada en la noche del jueves en Donostia.

Pero vayamos a lo positivo y auténtico. El cantante Ron Ward, una especie de Al Pacino atacado por el baile de San Vito, se apropió de todo el escenario y de los ojos de los asistentes. Nervioso y enérgico, sus melodías no se ajustaban a las estructuras, volando libre y personalmente por las músicas capitaneadas por el acicalado guitarrista Matt Verta-Ray. El resto de la banda permitía que los continuos cambios de estructuras y estilos se realizaran de manera brillante, con un batería que tan pronto posaba los palos como hacía recorridos contundentes por los diferentes tambores.

Publicado enCríticas de conciertos

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