Que los carga el diablo (Shell, Campsa o cualquiera de los pelcebús oleosos).
Hay que ver. Si, además de los desgraciados choques entre vehículos por causas diversas y anquilosadas, hay que tener mucho ojo con esa especie de Buick 8 poseído que duerme en nuestro garaje.
Porque, y nunca mejor dicho, la marchosa palanca puede regalarte un viaje a las primeras de cambio. Cuando no es la chapa que bordea el utilitario, que comienza a expandirse y a hacerse puntiaguda, dejándote el cuerpo hecho puré.
Lo dicho, ojo con los vehículos.