Y yo no sé qué contestar

Siete de la mañana. Estación de tren. Sol y fresco. Se acerca una muchacha. Lleva una carpeta y hojas. Espero no sea una ONG Girl. Demasiado pronto para gestionar esto. Y poca salida para mi cintura. Las vías no resultan tan desagradables en este momento.

«¿Puedo hacerle una encuesta?»

Son las siete de la mañana. Saquemos al bondadoso que llevamos dentro.

La encuesta va sobre el transporte que tengo enfrente. Pena que no hable del teletransporte, con lo ducho que soy.

“Qué opina de la compañía? ¿Cuál utiliza?¿Qué le gusta de?¿Qué le disgusta de? Valore de cero a diez lo de…”

La cosa va fluida. Noto cierto feeling entre nosotros, aunque pronto me dejará por otra persona y lloraré despechado hasta mi parada.

Sacamos los cartones de juez de rítmica: 10,7,9,10,9,8. Hasta que, tras varias preguntas de raíles y vagones, me salta la alarma

“Valore del cero al diez¿Qué opina de la economía vasca?”
¿Perdón?
“Cree que la crisis ha afectado a Euskadi?”
¿Perdón?
“Piensa que la educación se va a ver afectada por los recortes en euskadi?”
¿Perdón?

Recuerdo aquella encuesta sobre el puerto de Pasajes. “¿Quiere que se realice el superpuerto o desea condenar la zona al paro y la degeneración?”. Me quedo un poco blanco. Un poco más de lo normal. Y callado. La locomotora temática descarrila. La chica responde rauda. No tiene tiempo que perder, le pagan por cuestionario

“Entonces le pongo “no sabe no constesta”, no?”

“No, señorita”, le digo, “lo que quiero que apunte es que no quiero contestar. No es lo mismo”

Ahora recuerdo las audiencias televisivas. “el 50 % de los españoles vio el partido entre España y Malta”. Falso. Yo estaba bebiendo una maltesa sin reparar a la tele. Y ves que se refiere a la mitad de los españoles que tenían la tele encendida. Extrapolable

Nuevo error, señorita. Botín cobra un sueldo como yo, pero tampoco es extrapolable.