Christina Rosenvinge, Kafe Antzokia (18-03-2011): Negro sobre blanco.

Quien quiera ver en Christina Rosenvinge una pose impostada de susurrante femme fatale es libre de hacerlo, tanto como de vivir con una bolsa en la cabeza. Pero se perderá a una de las alquimistas con mejor puntería y con el trazo más fino del negocio.

Si la experiencia es un grado -su primer disco es de 1991- a la madrileña le ha dado además una seguridad en si misma y en sus canciones que la hace simplemente incontestable en el cara a cara. Así sucedió el último viernes del invierno en el Kafe Antzokia de Bilbao, a donde vino a presentar su decimoprimer trabajo, La Joven Dolores.

En formación de cuarteto -faltaba el cello de Aurora Boat respecto al Joy Eslava madrileño de días atrás- la banda, en la que destacó el guitarrista Charlie Bautista, resultó un soporte ideal para la propuesta de la cantautora.

Con sonido limpio, Christina Rosenvinge mostró en público las heridas hechas melodía y letra que componen La Joven Dolores, sazonadas al gusto para que palpitasen de escozor. Así, brillaron en la oscuridad los diminutos matices que se esconden canciones como Jorge y Yo, con la que todo empezó.

La pálida e imponente figura de Christina -fugaz vestido negro sobre unos shorts vaqueros y la ya conocida melena rubia cayendo a ambos lados del micrófono- concitaba las miradas del público desde el primer instante. Seductora y amable, su sólo aparente fragilidad acentuaba el magnetismo que desprende la autora de Negro Cinturón.

Hubo un intervalo en el que Christina se sentó al piano eléctrico para recrearse con La Noche Del Incendio, una de las composiciones más oscuras y cautivadores del disco. El estribillo naif y soleado que atraviesa la cañada sombría. El tramo al piano presagiaba una recreación en vivo de la inspirada Desierto que sin embargo no llegó. Sí lo hizo, ya de pie y a la guitarra, La Distancia Adecuada, del anterior Tu Labio Superior, recibida con entusiasmo.

Del mismo disco sonó, potente, Anoche (El Puñal y La Memoria), breve cuento post destrozo en el que tanto da haber empuñado el arma como haber encajado el filo. Y ya, entrados en el electrificado ambiente tex-mex de unos Giant Sand llegaba Tu sombra, aderezada por su grueso riff. Tras La Idiota en Mi Mayor sin Benjamin Biolay pero con Charlie Bautista haciendo la segunda voz,

El primer bis fue Debut, mucho más eléctrica que en la versión original, en la que el guitarrista se soltó metiendo distorsión, un recurso tan válido como cualquier otro para que la música suene por encima del murmullo constante. Abro y cierro el formulario de pataletas que no conducen a nada llamando una vez más la atención sobre la gente que necesita contar a todo volumen cada cosa que ha hecho durante la semana y cada cosa que piensa hacer durante la próxima.

Remontando sólo por momentos la algarabía del local llegó el último bis, Canción del Eco, una de las mejores composiciones del nuevo disco. Un arpegio descendente y quedón, tan cerca de la chanson francesa como de Nick Drake. Una sugerente historia de dioses griegos que castigan al condenado privándole de su voz que dejaba flotando en el lugar las palabras “te quiero”. Es una buena frase para terminar un concierto, qué más da que empiece con “no pensarás que”.

Autor: Asier Leoz