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Etiqueta: Tom Ibarra

Jazzaldia 2018: arranca la parranda playera

La fiesta inaugural de las terrazas del Kursaal volvió a ofrecer un sabroso picoteo melódico a cielo abierto

En Pamplona tienen el chupinazo. Nuestra Semana Grande se honra de tener un cañonazo. Y el Jazzaldia, para seguir con los “-azos” festivos, inicia sus celebraciones musicales con un pelotazo sonoro de entrada gratuíta en el que abunda la pluralidad creativa. Ellos lo llaman de manera oficial “Jazz Band Ball”, se celebra en la trasera del Kursaal y empieza a media tarde. Pero la gente de la calle lo conoce como el comienzo de las “senas de pikoteou” sonoro, que diría el quesero francés de aquel anuncio televisivo ambientado en París.

El festival también se asienta en los terrados, como el holgazán francés ese de las cenas. Pero tenemos otra clase, otro “savoir-faire”. En el Jazzaldia todo lo que se ofrece es fresco, hecho al momento, recién salido del horno, tocado e improvisado, jazzero y salsero en todas sus acepciones. Ahí estaba Rubén Blades como estrella del día inaugural para demostrar la amplitud de esa etiqueta. Y nada de echarse pintxos al plato y contar los palillos, “mon Dieu”. Aquí paseamos de garito en garito, del Escenario Frigo al Heineken pasando por el Verde o el Coca Cola, parando un rato si la ocasión lo merece.

Un tinglado que gusta

Así obraba el hernaniarra Pedro Gómez cuando le dimos el alto frente al concierto de Bruce Barth y sus colegas. “Acabamos de llegar de la playa y nos vamos a perder un poco por esta zona. Me encanta el tinglado que montan aquí. Tengo muchas ganas de ver a Rubén Blades, pero a ver si estos me dejan, que se hace un poco tarde para ellos”. Sus “estos/ellos” respondían al nombre de Ibai y Marta, niños que no tenían pinta de parar ni para tomar impulso.

Miedo me dio preguntar a estos infantes su opinión sobre el show del Bruce Barth Trio, quienes presentaban en el espacio Frigo su revisión de las composiciones del grupo psicodélico norteamericano The Grateful Dead. El concierto arrancó de forma estupenda, pero verles aún enfrascados en la etapa ”cantajuegos” nos frenó en la acometida.

Movimos el micro hasta la posición de Ana Epelde, una donostiarra rodeada de amigos y amigas a la que casi molestamos con nuestro saludo inicial, atenta como estaba a lo que sucedía sobre el tablado. “Conocía algunas canciones de los californianos. Pero este trío las hace irreconocibles. ¡Me está encantando!”. Lo dijo con tanto énfasis que deberíamos haber puesto la oración en mayúsculas.

Su ímpetu se contagió al resto de asistentes, que llenaron las sillas desde el primer minuto y gozaron de las composiciones del trío. Temas plagados de solos que aplaudieron a rabiar. Melodías de gran elegancia que conformaron lo que probablemente fue el momento más exquisito de esta primera tanda. El jefe de la banda, el señor Barth, salió con una camisa que ni Chicote en sus pesadillas cocineras. Fue lo de menos, porque la velada discurrió tersa y elegante. Suave como la noche que comenzaba a caer.

Energías juveniles

En la Terraza Heineken asistimos el despliegue del tremebundo Tom Ibarra mientras la zona iba aumentando el número de visitantes. El joven guitarrista francés (¡18 años!) actuaba en formato quinteto, con una formación en la que abundaba la muchachada. Lejos de pillarse el foco principal en solitario, el de Bergerac dejó mucho espacio a sus compañeros, quedando el saxofonista como teórico director de escena. Unos y otros discurrieron por pasajes tendentes a la balada en los que no faltaron los brincos funk. Una energía esperada y deseada, demonios, que son zagales antes que virtuosos.

En Donostia el compositor Ibarra le echó “piparras” a sus rasgados, dejando ojipláticos a los allá presentes con sus acordes imposibles. Un trabajo que destacó por su elegancia y finura más que por la rapidez en los pulsos. Seguro que el festival ya le ha echado el ojo a Jazzindia, proyecto paralelo en el que Tom fusiona el jazz y la música clásica indostánica.

Por último, pero no menos importante, atendimos al Espacio Coca Cola, “txoko” escorado y con arbolillos situado en el propio paseo de la playa. Los conocidos miembros del combo Trizak (el saxosofonista Julen Izarra, Jon Piris al contrabajo y Hasier Oleaga a la batería) desplegaban sus pasos jazzeros con dulzura y cierta ternura nocturna, muy acorde con las nubes que comenzaban a poblar la zona. La brisa que llegaba del mar se mezclaba con las frases de la gente. En el aire flotaban las palabras “Blades” y “GoGo Penguin” como los nombres más relevantes de un turno nocturno que escapaba a nuestros escritos.

Jazzaldia 2018: Músicas para todos los gustos

Decenas de conciertos conforman la rica oferta gratuita de las terrazas del Kursaal

El Jazzaldia que hoy comienza siempre se ha caracterizado por ofertar música de gran calidad sin tener que pagar una entrada para disfrutarla. Con las terrazas del Kursaal como centro relevante de actividades, el certamen mantiene una vertiente popular y social que cuida con esmero. Un capítulo en el que hay jazz, por supuesto, pero también músicas de otros colores. O sonidos de “amplio espectro”, que diría el Doctor House sobre sus medicinas.

Mientras el Escenario Verde acogerá estrellas de relumbrón como Rubén Blades, fiestorros de donostiarrismo popero (Amateur y Mikel Erentxun), apuestas de futuro que le pegan un buen bocado al presente (Izaro) y potentes autoras foráneas (Anna Calvi), la vida se extenderá más allá de las actuaciones que veremos y escucharemos con los pies metidos en la arena.

La variedad está asegurada en los tres escenarios de las terrazas situadas en la parte trasera del Kursaal. Si les tira el rollete juvenil este domingo tienen a Nerabe arreándole a post-punk hedonista. A los amantes del pop experimental de raíces les recomendamos ir a Beñat eta Julen Achiary & Joseba Irazoki y su espectáculo “Bashoan” el próximo sábado. Sin salir del euskera como idioma cantor los chicos folk-poperos de Oso Fan actuarán en la Terraza Heineken el domingo. Y fusionando pasado y futuro verán esta noche al combo GoGo Penguin. Un trío británico al que le chifla Aphex Twin, John Cage, Debussy y Massive Attack. Menudas cuatro patas para un banco sonoro…

Baño jazzero

Si lo suyo es el jazz el baño que se van a pegar será de los que dejan arrugas en los dedos. Por destacar algunos eventos gratuitos nos quedaremos con el “Endangered Blood” (jueves y viernes en el Espacio Coca Cola), el niño prodigio Tom Ibarra (hoy en la Terraza Heineken) o el momentazo de Bruce Barth y sus colegas deconstruyendo las ácidas tonadas del grupo Grateful Dead (esta noche, en el espacio Frigo). La fiebre -jazzera- del sábado noche podrá satisfacerse con el estiloso pianista galo Hervé Sellin y su trío en la Terraza Heineken.

Y hay nombres que, más allá de su calidad y firmeza, no dejan de ser una invitación: ¿Acaso ustedes se perderían un concierto protagonizado por la banda “The Machetazo” (domingo)? ¿Y un bolo con dos baterías (Double Drums Quartet, este viernes) ¿Acaso evitarían un vistazo a quienes el 29 de este mes se presentarán bajo la etiqueta de “Furia Txistulari” sin tocar ni por asomo el mencionado instrumento tradicional vasco? Anden tranquilos con las denominaciones. Más allá del innegable gancho nominal unos y otros se arropan en el jazz.

La Donostia orquestal

Y habrá grandes orquestas, claro, evidentemente, cómo no. El formato que tan bien ha calado siempre entre los espectadores de estas explanadas tiene un par de muescas en esta edición. La Reunion Big Band (viernes, Espacio Frigo) y la agrupación de la Escuela de Música y Danza de Donostia (el sábado en idéntico emplazamiento) harán las delicias de los seguidores de estas composiciones antiguas de porte tan distinguido. Se augura una pelea de sillas en estos eventos, dado que otros años estas sonatas se desplegaban frente al más espacioso Escenario Frigo. ¡Qué seria de un acto donostiarra sin estas pequeñas mini polémicas!

Resumiendo: acudan, picoteen, alucinen, prueben, bailen, gocen y si encuentran algo mejor en otro tablado de estas zonas gratuitas, vayan a él con respeto y sin mayores vergüenzas. Estos escenarios ofrecen un arcoíris de melodías en el que más pronto que tarde podrán toparse con algo de su color favorito.

Publicado en El Diario Vasco