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Etiqueta: King Creosote

Jazzaldia 2017: El brillo que atraviesa las nubes

Ernie Watts brilló con luz propia en la inestable tarde de ayer en el Jazzaldia

A las seis y media de la tarde un cohete lanzado desde la cercanas fiestas de Sagüés hizo de oficioso chupinazo festivo, dando arranque a los conciertos que durante la tarde del lunes se celebraron en la zona gratuita del Jazzaldia, las terrazas situadas en la trasera de los cubos del Kursaal.

Ernie Watts y los suyos, quién sabe si influidos por ese fuego artificial, empezaron como un cohete para no bajar el pistón (de calidad) en ningún momento. El clima dichoso de nuestra tierra y el hecho de ser un lunes de puente, no estrictamente festivo, pareció atraer a menos gente a la zona, que presentaba a pesar de todo un estupendo aspecto.

Espectadores que no dudaron a la hora de emplear métodos manuales para limpiar las sillas mojadas del lugar y poner sus posaderas en ellas. Unos visitantes que, lejos de lanzar sus miradas al horizonte buscando un rayo de sol que mejorara aún más la estancia, oteaban el cielo para jugar a meteorólogos de Fórmula 1. Ya saben, esos profesionales que intentan decir en qué minuto va a llover sobre una zona concreta. Quienes apostaran por las 19:05 en la categoría de “sirimiri” y las 19:20 en el apartado “chaparrón vasco” se llevaron el gato al agua. Este segundo capítulo tuvo incidencia en el trascurrir de los conciertos, como leerán más adelante.

Impresionante Ernie Watts

Pero volvamos a Ernie Watts. Su formación ofreció un concierto impresionante. De esos que demuestran que el Jazzaldia no guarda sus lujos sólo para los escenarios de pago. Watts estuvo soberbio, tremendo en sus solos, elegante siempre en los pulsos y fantástico junto a sus socios: Christof Saenger (piano), Rudi Engel (contrabajo) y Heinrich Koebberling (batería). Son nombres, los de los músicos, que tendemos a dejar de lado en estos artículos por problemas de espacio. Pero sirva esta mención para todos esos autores y ejecutantes que han participado en esta gran edición del festival.

Jazzaldia 2017: Un chaparrón de actividades para los más pequeños

El mal tiempo no deslució la última jornada del Txikijazz, la rama del Jazzaldia dedicada a los niños y niñas.

El “feel like a donostiarra” que ocupa toda la parte trasera del bus turístico de la ciudad mostró otras de sus posibles acepciones ayer: la de ir por nuestra capital plastificado cual profiláctico, sin alejarse de las zonas de la acera más cercanas a los portales. Disfrutando de esa lluvia horizontal, uno de los elementos que más ha hecho por la autoregulación del turismo de nuestra urbe. Así vimos, impermeables al desaliento y la lluvia, a los distintos “grupettos” de turistas. Mayoría de paseantes frente a unos lugareños que ya se conocen el percal y suelen esperar un rato antes de echarse a la calle.

“Segurolas” como somos atendimos a la cuenta de twitter del festival antes de intentar cruzar el puente que nos iba a llevar hasta las terrazas del Kursaal, espacio donde se celebraba el Txikijazz, la iniciativa pensada para que padres e hijos compartieran y aprendieran disfrutando de la música a través de diferentes conciertos y actividades. “Todo en orden. El programa sigue según lo previsto”, leímos entre sus mensajes oficiales. Diluviando como estaba, la teoría de que en el Jazzaldia son anfibios pareció tomar cuerpo con estas frases.

Actividades a cubierto

La organización tuvo a bien mover parte de la programación al foyer del cubo grande de Moneo, que tampoco es plan dejar a 500 niños en la cama con gripe como recuerdo “txikijazzero”. Así, los pasillos que rodean el auditorio cobijaron a centenares de niños. Buena parte de esos “clientes” eran integrantes de los distintos udalekus o “grupos de gestión de nenes mientras los padres que no tienen tantas vacaciones como ellos deben currelar”. Alcoyano el buen hacer de los monitores. No todo el mundo es capaz de gestionar semejante jauría de energía.

En unas mesas los niños se hacían chapas con los distintos motivos del cartel del Jazzaldia. Un poco más allá jugaban a pintar cartulinas sin salirse del borde. Y en la siguiente mesa lo que coloreaban eran camisetas. Cerca de ellos había un par de bancos para los padres que esperan, como cuando los chicos vamos a las tiendas de ropa.

Una de las actividades de mayor éxito era un pintacaras temático para amantes de la música en el que, y citamos textualmente las palabras de la presentadora del Txikijazz, “los niños se pueden convertir en estrellas de rock por unas horas, la que dura la pintura en su cara”. Sin comerlo ni beberlo la chica bien pudo haber dado la definición de más de un grupo musical adulto.