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Etiqueta: Bulego

Bulego: caminando por el lado optimista de la vida

Las agrupaciones de corte familiar esperaban sentadas en el suelo, impertérritas frente la viveza del ‘Don´t call me up’ de Mabel que lanzaba el sonido ambiental. Grupos de chavales y chavalas adolescentes iban llegando nerviosos desde el paseo del Kursaal mientras se sacaban ‘selfies’ para capturar el momento. Alguna pareja suelta se adentraba en los bares de la zona, tranquilos para los que suele ser una fiesta de este pelo. “Quitando el concierto de ‘El Drogas’ el resto no ha traído a mucha peña”, nos contaba un gerente. El miércoles no iba a ser la excepción.

La explanada de Sagüés se ocupó al 75% para recibir las canciones de Bulego, quintento azkoitiarra que canta en euskera y que cala en los estratos más juveniles de nuestra pirámide. Ellos son los autores de unos tonos animosos que aún están despegando – tienen un disco grande y dos pequeños- pero que ya les ha dado para agenciarse el escenario grande de nuestras fiestas de agosto.

Su menú es variado. Pantallas hiperactivas y luces impactantes acompañan al pop-rock local de la radiofórmula vasca, ahora modernizado con golpes digitales y el sonido de unos teclados que quisimos apagar en un par de temas por su sonido extemporáneo. Con gotas de tecno europeo ochentero (menos oscuro que el de Zetak), épica sin traca final y esencia de mainstream vasco. Acabando la lista con sus pelotazos – ‘Kantu bat’, ‘Bueltan Da!!!’ – y dejando espacio para baladas más clásicas que el jersey anudado al cuello. Una mistura que fue cobrando sentido con el paso de los minutos, demostrando el disfrute que puede dar la creatividad que no busca posarse en ningún estilo concreto.

Buena parte de la “culpa” de la salud de la banda la tiene el cantante del combo, Tomás Lizarazu. “Tom” en algunas entrevistas de medios modernos. De profesión, optimista. Treintañero y “product manager” de una empresa de maquinaria. Feliz padre de familia (su hija se llevó una dedicatoria en ‘Entera daitezela’) y sobre todo, guindilla.

Un muchacho con una vitalidad tal que deja a Zetak en madrugón de lunes laboral. Propuso todo lo imaginable para que los presentes entraran en el bolo: aplausos, brazos en alto, encender el móvil y convertir la explanada en un Mar de Ardora. picar a los locales con referencias vizcaínas, agacharse y levantarse, mil y un onomatopeyas (“uooo”), callarse para que la gente cantara, bajar a primera fila a entonar. Si me dejo alguna es fruto del olvido, no porque no la ofertara el chaval.

Pero Lizarazu es sobre todo un gran cantante – que, esto no es normal, realiza todos los punteos de guitarra de la formación-. Llegar a Donostia convaleciente de una neumonía y que apenas se note (sin ponernos Rottenmeyer solo le cazamos un despiste de tono) es digno de mención y aplauso. Como el de sus letras. Amorosas y buenrollistas sin pasarse de almibar. Con contadas referencias a los apasionados juegos de sábanas fácilmente explicables si el niño pregunta insistentemente “Ta hori zer da?”. Líricas que defienden el euskera (‘Irulegiko esku’) o se posicionan contra las agresiones machistas y homófobas. En el futuro pocos escenarios mayores y más gratuítos que el de ayer encontrarán por nuestra zona. Aunque no sería de extrañar que la siguiente vez lo reventaran por las costuras.

Donostia festibala: ellas marcan el paso

Marlena fue la cal y Melendi la arena en la última jornada del rejuvenecido festival musical guipuzcoano.

Descansaba Lasarte la tarde de ayer. Su fin de semana ha estado lleno de actividad, con una feria medieval en sus calles y la fiesta de despedida de uno de sus vecinos, Arteaga II, de la pelota profesional. En el Hipódromo el Donostia Festibala celebraba su ultima tanda de actuaciones. De camino al recinto nos cruzamos con furgonetas en modo “picnic previo”, con mesillas repletas de gente acicalándose. Chicos y chicas que podían darse un último retoque en la peluquería que la organización puso a disposición de los asistentes.

La oriotarra Intza inauguró el sábado festivalero. De blanco angelical y acompañada de una banda de 5 personas, destacó cantando en los tonos altos y en sus viajes a la música de los 50. Hubo pop de gusto vasco y baladas de final épico. Idoia Azurmendi arribó después con canciones folk calmadas. En fabulosa compañía musiquera la joven alavesa le entonó al mar y a Castilla (con giros a lo Ana Belén), tiró de refranero y atacó una bossa al estilo Musikene. Cantándole a los corazones, a Maurizia y a Maialen Lujambio.

Los siguientes Veintiuno montaron un jaleo muy jaleado. No dejaron ni un segundo para el descanso, con letras pegajosas y estribillos cuasi perfectos. Ubicables entre el rock nacional y las guitarras festivaleras, se acercaron a los años 90 y se cubrieron de tonos sintéticos. Animosos y atrevidos, buscaron con éxito que la gente se lo pasara bien.

Lo del trío Marlena fue una cosa floja. Con sonidos que iban y venían en la misma canción, guitarras mal tocadas, demasiadas versiones y mucha charla en las pausas. Su tirón virtual – tienen más de 15 millones de escuchas en internet- necesita más trabajo si quiere alcanzar el éxito convencional. La posterior actuación de Sofia Ellar nos reconcilió con el mundo. La cantautora llegó con banda para defender un pop-rock mainstream más clásico que un jersey de pico entre letras de amoríos.

Melendi era el gran foco de la jornada. Al profesor de los televisivos programas de versiones le tocaba examinarse. La audiencia estaba de su lado en lo que fue hasta ese momento la mejor asistencia del día. Un público adulto que gozó con el salto de calidad/seriedad de un autor ayer acatarrado – no se notó tanto- que tiró de letras actuales (COVID y redes sociales, por ejemplo) y éxitos pasados para ofrecer un concierto feliciano muy serio.

Dejamos a la chavalada ansiosa por las últimas formaciones del cartel (Stay Homas, Bulego) mientras estas líneas viajaban a la redacción. Donostia Festibala este año se ha abierto de miras, se ha acercado sabrosamente a la paridad sobre el escenario – a ras del suelo ellas fueron mayoría aplastante- y ha conseguido bajar la media de edad de anteriores ediciones.