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Benito Lertxundi: El rey elegante

Ayer Benito Lertxundi cumplía 81 años. 972 meses. Con un pelazo que ya quisieran para sí muchos de los lectores. Se dice pronto, pero la carrera del guipuzcoano Benito Lertxundi no es moco de pavo. Este hombre, nacido un día de Reyes feliz para toda la familia salvo para un hermano pequeño que, como nos contó anoche el bardo de Orio, “estaba contento con tener un hermanito, pero hubiera preferido que los Magos de Oriente le hubieran traído mandarinas”, llenó el viernes el Auditorio Kursaal de un público que empezó deseoso, siguió feliz y acabó muy satisfecho.

Señores, chicas y algún que otro zagal que oteaban el puesto de venta de productos promocionales situado a la entrada del recinto buscando completar su discografía, ojear el libro, adquirir una moderna Tote Bag o pillar uno de esos CDs que, como comentaba una joven presente, “es una pena que ya no puedan escucharse en el coche porque ya no hay lectores”.

La vida corre para todos salvo para Lertxundi, el “Melchor” de la fiesta, quien tiene el oído fresco para dejarse atrapar por sonidos más jóvenes. Empezando por la formación que le acompañaba, buena mezcla de juventud y experiencia. Ahí estaban el siempre ajustado pulsar del guitarrista Angel Unzu, la batuta sutil a las teclas negras y blancas de Juantxo Zeberio, la variedad del chelista Pello Ramírez, el gaseoso teclado y la voz de Olatz Zugasti…. En total fueron nueve músicos fabulosos que viajaron siempre detrás de ese canto que tiende a narrar, aportando detalles de calidad (‘Udazken Koloretan’) y desfogándose en las varias y variadas instrumentales que emergieron en el listado de, agárrense, 135 minutos y 30 piezas.

El arranque nos mostró al guipuzcoano más Leonard Cohen. Puro (‘Urrundik heldu naiz’) y mediterráneo (‘Nintzenaz oroitzetan’) en un espíritu que tendría más apariciones posteriores. Con una elegancia folk que se le caía del bolsillo del pantalón vaquero (‘Laket dut’) y un viaje pop que ya querrían para sí muchos indies (‘Oi Lur’). Obras como ‘Baldorba’ permitieron disfrutar de un público que se lanzó con arte y sutileza a cantarle todas y cada una de las estrofas. No faltaron los arrebatos de nocturnidad francesa (‘Ibertzean’), los aires de canción ligera (‘Isil isilik’), los apuntes de “Americana” (‘Nigarra begian’) y más de un curioso parentesco auditivo: ¿Alguien más intuyó a Coldplay en ‘Belar Nerabean’ y a Itoiz en ‘Nahiago nuke’?

Y mientras alucinábamos con el country puro de ‘Kimu bat Zuhaitzan’ y la belleza de las composiciones más acústicas (‘Bizipen margotuak’, ‘Zugan bizi dena’), la velada fue entrando en su recta final con el oriotarra más distendido al micro mientras el fondo sonoro se hacía más calmado y etéreo. El mundo al revés. Cuando todos los grupos acaban pegándole fuerte a su cancionero nuestro cantante tendió al relajo.

El autor, que se emocionó en más de un momento, tenía un as en la manga. Porque en ese sector de cierre sonaron varias de sus piezas más conocidas: ‘Jaun baruak’, ‘Bizkaia maite’, la vitalista ‘Mirotza’, ‘Ez nabil ezeren bila’. Con ella, la última de sus creaciones, cerró una cita donostiarra en la que dejó que sus músicos se despidieran en solitario del público puesto en pie. Él, Benito Lertxundi, puede darse por satisfecho tras la función. No ya por la edad, que también, sino por haber ofrecido un concierto bello, variado y muy elegante.

Publicado enCríticas de conciertos